lunes, 24 de noviembre de 2014

DÍA 8 — DOMINGO 7 DE JULIO DE 2013. XI’AN (西安)

Recuerdo a la perfección la primera clase de chino que tuve en la universidad: los nervios, las caras de desconcierto, las ganas de empezar, el coraje a enfrentarse a un reto de tal magnitud...

En ese contexto, cuando Sara Rovira, mi primera profesora de chino, nos dijo que si queríamos llegar a dominar el chino algún día teníamos que ir a China sí o sí, la verdad que costó digerir esa información en ese momento. Jamás pensé que fuera en serio, pero con el paso de los meses y los años, cada vez te das cuenta de que si no pasas una larga temporada en tierras asiáticas, es muy complicado conseguir un nivel fluido. No digo que no se pueda, pero es más sencillo desde allí, con estudio continuo y rodeado de tantos estímulos a los que estás expuesto.

Pues bien, el día que me concedieron la beca para ir a estudiar a la Tianjin Foreign Studies University fue uno de los más felices de mi vida. Sin lugar a dudas. Ese mismo día, me hice dos promesas a mí mismo: la primera, que me aplicaría al máximo para lograr un buen nivel, cuanto más mejor, y se puede decir que hasta el día que volví, más o menos lo tenía; y la segunda, que no volvería a casa sin visitar la muralla china ni los guerreros de terracota.

Pues bien, la muralla ya la había visitado en dos tramos distintos, ahora tocaba cumplir mi otra parte de la segunda promesa. Por ese motivo, esa mañana de domingo me levanté con los nervios a flor de piel y con ganas de comerme el mundo.

El hostal ofrecía una excursión que incluía la entrada al recinto, una visita al museo, el transporte en autobús y hasta una comida, pero echando cuentas, salía por lo menos el doble de cara que ir por nuestra cuenta, además que la mayoría eran museos y exposiciones que tampoco valían tanto la pena.

Una vez desayunamos algo, salimos en busca del autobús 906 que quedaba al otro lado de una rotonda en la entrada de la muralla. Teníamos que ir en busca del bus 306 en la estación de buses, que se encontraba justo al lado de la estación de trenes. El día anterior, recorriendo la muralla en bicicleta la vimos, pero claro, una cosa era verla desde la distancia y otra cosa poner un pie allí.

Cuando llegamos y vimos el panorama, se nos cayó el alma al suelo. Allí había tanta gente por metro cuadrado que daba hasta claustrofobia. Me sentí como enlatado en un ascensor cuando estábamos en una plaza de gran superficie. Era una sensación muy difícil de describir, pero jamás me había sentido así. Y mira que en China te puede pasar muy a menudo en metros o en algunas atracciones turísticas, pero en un lugar tan abierto y tan enorme, sinceramente no me lo esperaba.

La parada del bus nos dejaba en una oficina de información y de venta de billetes y justo enfrente había una enorme plaza que daba a la fachada principal de la estación central de Xi’an. Era bueno saber también que nos quedaba tan cerca, porque el tren hasta Shanghai lo teníamos que tomar desde allí.

No lograba ver la estación de autobuses por ninguna parte, así que me metí en la oficina y pregunté a una señora, que muy amablemente me dijo que teníamos que caminar hacia el este de la estación y veríamos un gran aparcamiento con autobuses. Luego me dijo que si íbamos a ver los guerreros de terracota y al responder afirmativamente me dijo que la parada del autobús estaba señalizada y que no tendríamos problemas para encontrarla. Le di las gracias a la mujer y fuimos hacia el este.

Y efectivamente, no nos costó nada encontrar ni el autobús ni las colas. El sol ya apretaba. El día anterior había leído que China estaba bajo una fuerte ola de calor que iba a durar varios días más. ¡Maldita suerte la nuestra! La parte positiva es que no había ni una sola nube en el cielo.

Yo quería asegurarme de que íbamos bien, así que cuando estábamos en la cola, pregunté como a 4 chinos si iban a ver los guerreros y todos me dijeron que sí. El precio del billete de bus era de 7 yuanes por cabeza (unos 85 céntimos).

Cuando arrancó el conductor, se alzó un hombre, el que nos vendió los billetes en la puerta, y como el día de la muralla, empezó a explicar una poco de historia y de contexto sobre los guerreros de terracota. El bus era uno de línea normal, así que iba haciendo varias paradas, de hecho paraba en un par de atracciones más, las Termas de Huaqing (华清池) y la Tumba de Qin Shi Huang (秦始皇陵) pero me había informado y no valía mucho la pena pararse.

Cerca de 1 hora después llegamos al aparcamiento. Salían autobuses cada 15/20 minutos desde ese mismo sitio y había servicio hasta bien tarde, así que teníamos tiempo de sobra para visitar todo el recinto.

Si algo caracteriza a los chinos es la capacidad que tienen de explotar los recursos que tienen al máximo. De esto te das cuenta cuando vas a visitar alguna atracción turística, porque tienen un circo montado alrededor que en ocasiones a mí me parece bochornoso. Lo de la muralla con el oso y la atracción de remolque de feria tenía su pase, pero aquello me pareció bastante vergonzoso, porque había gran cantidad de restaurantes con unos precios altísimos, tiendas de souvenirs donde todo lo que vendían costaba un ojo de la cara y que casi no querían regatear y sitios en los que te podías hacer fotos con guerreros de fondo o para poner tu cara con un guerrero previo pago de una buena cantidad de yuanes.

Por error, recorrimos esta zona primero. Digo por error porque íbamos siguiendo los carteles en busca de las taquillas de los billetes, pero nos equivocamos y aparecimos por la salida. Era la salida, porque cuando 3 horas más tarde salimos del recinto de los guerreros, lo hicimos por esa puerta, porque en aquel momento no teníamos ni idea de dónde estábamos.

Decidí volver sobre mis pasos y dejar a mi familia descansado en un banco en un lugar con sombra. Tras caminar un buen rato vi que nos habíamos confundido con un cartel al pararnos en una tienda a cotillear lo que había. Unos pasos más allá estaban las taquillas de venta de entradas, con una música épica de fondo y con unas grandes letras que parecían la entrada una atracción de Port Aventura.

Al llegar a la cola se me puso al lado una señora, que empezó a hablarme en inglés. Me preguntó que de dónde era y si venía solo. Traté de ser amable, hasta que pasó lo que temía.

Si me pagas 200 yuanes te puedo guiar e informarte de todo lo relacionado con los guerreros de terracota.

Me reí en su cara. Pero literalmente. Sé que no tenía que hacerlo y que está mal, no sé si fue el calor o las ganas de entrar, pero me dio por eso. Cambié al chino y muy amablemente le dije que no necesitaba su ayuda y que muchas gracias. La china se quedó alucinando, dio medio vuelta y se fue por donde vino.

La entrada cuesta 150 y 75 yuanes con el descuento de estudiantes (19 y 9 euros respectivamente). Recuerdo que me pusieron varias pegas con el carné de estudiante, pero al final me hicieron el descuento. Puede parecer un poco caro, pero la verdad que vale la pena.

Volví a por mi familia, pero antes me abordó un guía pero cuando empezó a hablar en inglés, le dije en chino que si quería estafar a alguien, que se buscara a otro laowai.

Y otra vez de vuelta a las taquillas de los billetes. Llevábamos una buena pateada y ni siquiera habíamos entrado en el recinto. Hasta llegar a las fosas donde están los guerreros había un buen tramo. Se podía llegar caminando por una serie de caminas y jardines o se podía tomar un trenecito, por el que te podías subir si antes pagabas, obviamente.

Decidimos comer un poco de embutido y pan antes de empezar la visita, porque luego nos iba a costar encontrar un sitio a la sombra, así ya de paso descansábamos un poco. Lo que no daba tregua era el calor. Pese a estar recubiertos del sol, la sensación era como la de estar metidos en una sauna.

En cuanto llenamos el buche nos dirigimos hacia las fosas donde se encuentran los guerreros. A continuación voy a hacer un poco de introducción de enciclopedia sobre el recinto de los guerreros de terracota.

Es sin lugar a dudas uno de los lugares de mayor interés de toda China y uno de los yacimientos arqueológicos más famosos del mundo, por no decir el más conocido. Este ejército subterráneo de miles de soldados a tamaño real ha custodiado en silencio el alma del primer unificador de China durante más de dos milenios.

Su descubrimiento fue totalmente fortuito. En 1974 unos campesinos que cavaban un pozo hallaron la bóveda subterránea que albergaba a miles de soldados y caballos de terracota en formación de batalla. Como dato interesante, no hay dos soldados con los mismos rasgos faciales.

Todo esto fue obra de Qin Shi Huang Di (秦始皇帝) . Él era el rey del reino Qin, uno de los siete estados que conformaron y protagonizaron el periodo de los Estados Combatientes en la época final de la dinastía Zhou del Este. Logró alcanzar el poder sobre todos los demás gracias a su superior desarrollo de la tecnología militar y su sólida organización política y social. Se proclamo emperador o 皇帝, cuya traducción literal sería “augusto emperador” y se añadió el título de , que significa “primero”, y por último acabaría añadiendo el nombre de su dinastía: Qin o .

Como he comentado antes, se puede visitar su Tumba. Se encuentra a escasos kilómetros del recinto de los guerreros de terracota. Los textos históricos que describen la tumba aseguran que contenía palacios llenos de piedras preciosas, ríos subterráneos de mercurio e ingeniosas protecciones contra intrusos. Parece ser que en su construcción se invirtieron 38 años y el trabajo de 700.000 personas nada más ni nada menos. Se dice que los artesanos fueron enterrados vivos en ella llevándose consigo sus secretos.

Hay 4 recintos principales, uno donde hay una especie de museo con exposiciones y videos con introducción y contexto histórico; y luego las tres fosas en las que se encuentran las distintos yacimientos. Siempre se recomienda hacerlos en orden inverso, para que el impacto sea mayor.

Así que haciendo caso de las recomendaciones, empezamos la visita por la fosa número 3. Incluye 72 guerreros y caballos y se cree que pudo ser el cuartel general del ejército debido a la cantidad de oficiales de alto rango. Las primeras impresiones cuando entramos fueron increíbles y todo estaba cuidado y vigilado al detalle. Además, a lo largo de todas las fosas, había gran cantidad de carteles explicativos en varios idiomas para conocer un poco más a fondo y para percibir esas pequeñas diferencias.




Después pasamos a la fosa número 2, con unos 1.300 guerreros y caballos. Aquí tuvimos la ocasión de examinar de cerca cinco de los soldados: un arquero arrodillado y otro de pie, un soldado de caballería con su caballo, un oficial de rango medio y un general. Lo más destacado es lo extraordinario que son los detalles: las expresiones faciales, los peinados, las armaduras e incluso los dibujos de la suela del calzado que son todos diferentes.


El arquero arrodillado

Finalmente llegamos a la fosa más grande, la número 1 y también la más impresionante. Se cree que contiene la escalofriante cifra de 6.000 guerreros y caballos, de los cuales solo se ven 2.000 todos mirando hacia el este y en formación de batalla. La verdad es que impresiona, sobre todo cuando te vas acercando a la barandilla y los ves en formación.


Perspectiva de la fosa número 1


Detalles de algunos de los guerreros


En vanguardia hay tres hileras de arqueros, armados con arcos y ballestas, seguidos por el grueso del ejército, que iban armados con lanzas, espadas, puñales y otras armas de mango largo. La infantería iba acompañada de 35 carros de combate, que se desintegraron hace mucho por el paso del tiempo. 

Los trabajos de excavación siguen hoy día y todavía siguen encontrando nuevos detalles, pero trabajan con mucha cautela y mucha precaución para conservar los detalles de la mejor manera posible. Por lo que leímos en uno de los carteles, estaban investigando una forma de preservar los colores. Por lo visto, aún se mantienen vivos algunos de los colores, pero se desvanecen en cuanto los encuentran, así que están buscando una manera de poder mantener y descubrir nueva información que arrojaría un poco más de luz a un periodo de la historia de hace más de 20 siglos.

El calor era insoportable. En las otras fosas se estaba bien, pero la número 1 parecía un horno. Fuimos para la exposición final, básicamente por el aire condicionado, que supo a gloria bendita.

Salimos del yacimiento y lo primero que íbamos a hacer era comprar agua. Parece fácil, ¿verdad? Pues se iba a convertir en una aventura...

Nos habíamos quedado sin y teníamos una sed tremenda. El problema vino con el precio que nos pedían por un botellín de agua. Entré en una de las tiendas que había y al preguntarlo cuánto costaba la botella el tío me dijo 8 yuanes. Casi me da un ataque al corazón. Le dije “¿Estás loco?” (你疯了吗)A lo que el tío me respondió, tu tienes sed y yo agua, si quieres agua paga. Le mandé a la mierda (去你妈的) y me fui. En cualquier sitio que preguntaba no bajaba el precio de 5 yuanes, hasta que en uno de los últimos conseguí regatear hasta 3 yuanes por botella. Era caro, pero era eso o morir de deshidratación.

Tomamos el autobús de vuelta y a eso de las 5 de la tarde estábamos de vuelta en la estación de buses de Xi’an. El termómetro de la estación marcaba en ese momento nada más y nada menos que 42 grados. Cuando bajé del autobús sentí como si el suelo estuviera en llamas. Después tomamos el bus en dirección contraria y volvimos al hostal para darnos una ducha y descansar un buen rato hasta que empezara a anochecer.

Aunque parezca mentira, era la primera noche que salíamos “limpios” a dar una vuelta, porque normalmente no podíamos volver al hotel para aprovechar el tiempo. Recorrimos de nuevo la torre de la campana y la del tambor y volvimos al barrio musulmán.

Esta vez recorrimos más calles y más tramo. La verdad es que caminar por allí era una auténtica delicia. Los guerreros fueron increíbles, pero las calles del barrio musulmán me dejaron sin palabras.




Otra de las características del barrio musulmán son los dulces, hay montones de paraditas que venden dulces y en muchas otras puedes ver cómo los hacen. Recuerdo en especial una tarta gigantesca que llevaba frutos secos y chocolate.




Aquella noche entramos en otro restaurante, mucho más tranquilo. La intención era pedir otro plato típico de la gastronomía de Xi’an: los fideos biang. Normalmente pongo el carácter en chino, pero es que hasta en eso es especial. El carácter tiene un total de 58 trazos en chino tradicional y “solo” 42 en el chino simplificado. Es bastante común encontrarte por Xi’an varios establecimientos con el carácter con una luz de neón en grande.





El plato consiste básicamente en una pasta gruesa y ancha, que puedes ver tú mismo cómo la preparan en el exterior del restaurante. Suele tener un poco de sopa o caldo y algunas especies picantes. Pedimos tres, pero por suerte no picaban mucho. Además pedimos unas empanadillas y un plato de arroz frito. Fue una de las mejores comidas que hicimos en China.







Tras llenar bien el estómago, fuimos a hacer algunas compras. Pero algo nos detuvo un instante un poco más allá del restaurante en el que cenamos. Íbamos caminando tan tranquilos, cuando delante de nuestras narices, un chino abrió la tapa de una alcantarilla mientras otro abocaba allí dentro un cubo enorme lleno de agua sucia, platos, palillos, restos de comida y servilletas. Nos quedamos todos tan petrificados, que no nos dio tiempo de sacar una foto o grabarlo en vídeo. Hasta aquel momento, creía que ya casi lo había visto todo en China, pero aquello me volvió a demostrar que nunca se sabe por donde te van a salir los chinos.


Cuando sacamos la cámara ya era tarde... ¡Flipa!


A todo esto no había ni rastro de la puñetera mezquita, pero como teníamos intención de volver al día siguiente al mediodía para comer, ya la encontraríamos con la luz del día y no la de las farolas y los neones de los carteles.

Nos paramos ante varias paraditas en las que vendían guerreros de varios tamaños y al final me puse a regatear con la que me pedía menos. Compramos a buen precio guerreros de todos los tamaños y alguna que otra cosa. También compramos pañuelos de seda y algunos dulces para el viaje del día siguiente.




Y con las compras en una mano, saboreando un poco más las delicias del barrio musulmán y recorriendo las abarrotadas calles del centro de Xi’an, nos dirigimos de vuelta al hostal para poner punto y final a otro maravilloso día por China.

Antes de que el sueño me invadiera por completo, no pude evitar sonreír de felicidad al haber podido cumplir mi promesa y haber contemplado una de las atracciones turísticas más conocidas y maravillosas del mundo.    




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