sábado, 22 de septiembre de 2012

天津 - Tianjin (I)


Empecemos por el principio. Let’s go to basics, que dirían en inglés. Tianjin es el punto de partida, el lugar en el que empezamos a experimentar un poco qué es China, cómo es y cómo son sus gentes.

Antes de nada, os voy a hacer un repaso general. Como ya comenté en mi primera entrada, Tianjin es una de las ciudades más pobladas de China con más de 4 millones de habitantes distribuidos en más de 11.000 kilómetros cuadrados. Está formada por 13 distritos y 3 condados. La industria representa una de las mayores fuentes de ingresos, junto con el turismo, los servicios y la vida estudiantil. No es una ciudad que se caracteriza principalmente por la belleza de sus paisajes ni por su “magia”, pero puede llegar a tener su encanto. Ahora mismo, no lo vemos por ningún lado, pero espero encontrarlo algún día, a poder ser dentro de no mucho.

¡Vamos con las visitas!

El miércoles 29 de agosto decidimos visitar uno de los lugares que no se pueden pasar por alto en esta ciudad. No hay muchos, pero no puedes marcharte sin ir.

Este lugar se llama “Parque del Agua” (水上公园). Tras la mala experiencia del taxi del primer día, optamos por el autobús: más barato y un poco más seguro, aunque aquí el concepto “seguro” relacionado con el automovilismo y las carreteras, creo que no lo tienen. Pero es lo que hay… Tuvimos que caminar un poco más bajo el cielo contaminado, pero preferíamos eso que montarnos en un taxi y arriesgar nuestra integridad física.
Uno de los edificios del parque

Costó un poco encontrar el paseo que daba al parque, pero lo vimos en seguida. Tengo que decir, que me encantó el lugar, pero viendo que ahora el cielo sí es azul y está despejado, la calidad de las fotos y el “encanto” del parque se perdieron por el camino.

Vista del lago y la ciudad desde el parque.


El parque tenía como elemento principal un gran estanque alrededor del cual se distribuía todo. Entramos por la puerta Este y fuimos caminando y oteando un poco la zona. Al ir avanzando, fuimos descubriendo casas de estilo chino, enfrente un largo porche que tenía pinturas en el techo y a la derecha una entrada muy de dibujos animados. La gente se arremolinaba en el porche para hablar, comer, jugar al mahjong, bailar… Entre líneas se leía que era un sitio de reunión y ocio. Más hacia el norte, había un parque de atracciones, incluso con montaña rusa y noria, abierto todo el día.
La noria del parque de atracciones.
No tenía todas las atracciones encendidas, pero había, por ejemplo, los autos de choque y la que más triunfaba era una parecida al tutuki splask de Port Aventura, que subía subía y después bajaba y mojaba al personal. Las entradas no eran tampoco desorbitadas: la más cara valía 30 yuanes, es decir, menos de 4€ aproximadamente. La diferencia no es tanta, pero para entretenerse no está nada mal.  

Sin embargo, hubo una cosa que molestaba mucho más que la contaminación: el calor. Era extremo: más de 30 grados más la humedad, que aquí es especialmente alta. Nos hidratábamos como podíamos. Agua, abanicándonos con papeles o, incluso, Laura se ponía agua en el tapón de la botella y se la tiraba por la cabeza.

Seguimos con nuestro recorrido, y llegamos a una especie de jardín botánico. Con unos estanques, en los que no se vislumbraba la profundidad y llenos de flores y hojas, y para pasear entre ellos, otro porche con pinturas. Caminando, llegamos a una torre a la que subimos y pudimos contemplar las vistas. He estado a punto de escribir “maravillosas y espectaculares”, pero debido a ya-sabéis-qué, no se podía ver bien. Y fue en ese momento cuando vimos la luz.

Vistas desde la torre.

Al mirar abajo, vimos que había como un riachuelo en el que la gente se mojaba los pies y se refrescaba. Bajamos las escaleras de la torre como si no hubiera mañana. Corriendo como desesperados: como unos hambrientos a por su comida o como una maruja cuando abren las puertas del Corte Inglés el primer día de rebajas. Allí nos quedamos unos buenos 15 minutos mojándonos y refrescándonos la cocorota, mientras veíamos a algunos chinos subiéndose por unas rocas en las que ponía en grande “PROHIBIDO TREPAR”, niños chapoteando y familias pasando un buen rato.

Una vez volvimos a sentirnos frescos, continuamos nuestra ruta y después de pasar por un puente y ver diferentes edificios chinos, llegamos al zoo de Tianjin. En aquel punto, estábamos tan acalorados, hambrientos y cansados, que no entramos; pero como ahora el cielo se ha despejado y vuelve a ser azul, ya tenemos una excusa para volver. A ver qué nos encontramos allí dentro. ¡¡Quiero ver un PANDAAAAAAAAAAA!! Aunque sea diminuto.  (¿Alguien ha dicho FRIKI?)

La visita al Parque terminó visitando la zona Este del parque. Donde pudimos ver, entre otras cosas, una zona en la que la gente entraba y se podía pescar, unos recién casados haciéndose su álbum de fotos de boda, una pagoda y a muchos chinos observando cómo paseábamos por allí.   
¡Olé mis niñas guapas!


Un lugar bonito y que hay que ver si vienes a Tianjin y al que quiero volver para poder contemplar la belleza del parque y, sobre todo, para visitar el zoo. Puede que entonces el parque no sólo me guste, sino que me encante.

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