Con lo dormilón que soy y todas las emociones, me
extrañó mucho no poder dormir más a las 8 de la mañana. Mi familia estaba
plácidamente dormida, descansando después de la paliza del viaje y del jetlag y absorbiendo todo lo que habían
visto en su primer día por territorio chino.
Aproveché para repasar toda la ruta de viaje y que
no quedaran cabos sueltos: repasar que no hubiera problemas con las reservas de
los hoteles, repasar bien los horarios de los trenes, intentar no olvidarnos de
visitar nada... Ese iba a ser el último día en Tianjin antes de empezar nuestro
viaje juntos, y como he comentado en la entrada
anterior, quería que todo saliera a pedir de boca.
A eso de las 10 empezamos a movernos: desayunar,
vestirse y ducharse. La mañana salió cubierta por una capa de neblina/nubes que
no dejaban ver el sol, pero con un bochorno que ya marcaba los 30 grados a esas
horas. El calor apretaba y pedía protagonismo.
La noria en el Parque del Agua |
Tomamos el bus en dirección al Parque del Agua (水上公园), donde hay un gran
lago, un parque de atracciones, el zoo de Tianjin y muchos jardines. El
problema es sabía el número de autobús, pero no sabía en qué dirección había
que ir. Nos montamos en el autobús y cuando estábamos dentro le pregunté al
conductor si íbamos en la dirección correcta, y me confirmó la tragedia: íbamos
al revés. No tuvimos más remedio que bajarnos y cambiarnos de parada, pero
pese a ese pequeño percance, llegamos bien.
Fue una buena oportunidad para que mi familia
contemplara el bullicio de tránsito de Tianjin. El de Pekín del día anterior
del aeropuerto a la estación de tren había sido un aperitivo para abrir boca.
Los conductores de autobús, como los de taxis, son muy bruscos y llevan un
autobús como quien lleva una bicicleta: creen que la pueden meter por donde
quieran. Además les gusta mucho abusar del freno y del claxon y hasta
puedes hacerte daño en las cervicales como no vayas con un poco de cuidado.
Llegamos al parque y ya vimos gran cantidad de
gente, sobre todo en la entrada, que tiene un porche muy largo, donde mucha
gente se reúne para cantar, bailar, jugar al ajedrez, comer, pasar el rato...
Siempre me ha parecido una costumbre muy buena y muy interesante, porque puedes
aprender mucho de su cultura observándolos y hasta te invitan a participar.
Estando allí, hablé con un hombre mayor que me retó a cantar una canción
delante de 70 chinos, pero me negué, aunque él me dijo que me dejaba la letra
con la pronunciación y todo, pero no me atreví a hacerlo.
El calor era asfixiante y difícil de soportar. Sin
embargo, vimos todo lo que pudimos del parque, nos acercamos a las atracciones
de la feria y mi cuñada disfrutó como una enana echando fotos a todo lo que
encontraba. Dos horas después, muertos de hambre y de calor, pusimos punto y
final a la visita y volvimos para la residencia.
Chinos bailando en el Parque del Agua |
Aquel día íbamos a ir a comer a la cantina
de la residencia. Está dividida en 3
plantas: las 2 primeras sirven comida variopinta como sopas y caldos de
muchos tipos, bandejas y bandejas de comida preparada para llevar, comida
coreana, tortitas de carne y huevo o bollitos rellenos de carne de muchos tipos
(包子). Estuvimos un curso entero allí
y creo que no llegué a probarlo todo; la tercera planta tiene dos restaurantes:
uno de comida occidental (nosotros lo llamábamos Western) y otro de comida china tradicional,
donde fuimos a comer.
Ese restaurante tenía una carta muy amplia y
abarcaba platos de todas las regiones y escuelas culinarias de China. Tofu,
carne, verdura, sopas, pescado... Tenían de todo. Habíamos ido muchas veces a
lo largo del curso incluso un día me llevé la carta a una sesión de tándem con
las chinas de repaso para que me recomendaran platos y me enseñaran caracteres
prohibidos (sobre todo relacionados con el picante) por si me los encontraba en
cartas en otros restaurantes chinos.
Fuimos a comer con el resto de compañeras que
estaban estudiando conmigo, para poder probar más platos y también para pasar
un poco más de tiempo con ellas, porque esa iba a ser nuestra última comida
todos juntos en China. Triste, pero cierto.
Lo bueno es que mi familia disfrutó mucho de la
comida y fue una buena manera de romper los mitos de la comida china,
especialmente les encantó un plato, que personalmente es mi favorito,
que está hecho de berenjena rebozada con una salsa dulce riquísima. De postre
les dejé probar el helado de mochi (una pasta de arroz muy rica que viene
rellena de helado de vainilla).
Tras descansar un rato y hacer bien la digestión,
quedamos con Irene, una chica de Sichuan que estudia español en la universidad
y con la que estuve haciendo tándem castellano-chino durante varios meses. Le pedí
que me acompañara para comprar los billetes de tren, porque estuve varias
semanas hablando del viaje con ella y me comentó que cuando fuéramos, que la
avisara para echarme una mano. También fue una forma de despedirnos, porque
ella se iba esa semana y ya no nos veríamos más, lamentablemente.
¿Dónde fuimos a comprar los billetes? Los
compramos en una frutería. Antes de entrar le dije a mi familia que no se
asustara, que había ido allí más de una vez y que no pasaba nada, que no era
ninguna estafa. Dentro del mismo establecimiento había un pequeño rincón de 5
por 5 y había una mujer allí metida, que yo personalmente creo que debía vivir
allí.
Comprando billetes de tren en una frutería |
Por fortuna no había nadie esperando ni haciendo
cola, porque íbamos a estar un buen rato y la mujer iba a estar ocupada. En
parte si pedí a Irene que me acompañara fue porque más de una vez esa mujer nos
había liado/estafado y no quería que eso me pasara con mi familia. Así que yo
con una libreta con los códigos de los trenes, los horarios y las fechas
apuntados me dispuse a dictarle a Irene la ruta a seguir.
Nuestra ruta
de viaje era la siguiente:
MARTES 02/07
|
PEKÍN
|
MIÉRCOLES 03/07
|
PEKÍN
|
JUEVES 04/07
|
PEKÍN
|
VIERNES 05/07
|
PEKÍN
|
SÁBADO 06/07
|
XI’AN
|
DOMINGO 07/07
|
XI’AN
|
LUNES 08/07
|
XI’AN
|
MARTES 09/07
|
SHANGHAI
|
MIÉRCOLES 10/07
|
SHANGHAI
|
JUEVES 11/07
|
SHANGHAI
|
VIERNES 12/07
|
SUZHOU
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SÁBADO 13/07
|
SHANGHAI-TIANJIN
|
DOMINGO 14/07
|
TIANJIN-PEKÍN
|
LUNES 15/07
|
VUELTA A CASA
|
Un viaje completito y con bastantes movimientos.
Los billetes que teníamos que comprar eran los de Pekín-Xi’an, Xi’an-Shanghai
y Shanghai-Tianjin, para asegurarnos asiento y controlar la hora. El
resto al ser trenes más cercanos y de mucha frecuencia, los podíamos comprar
nada más llegar a la estación sin problema. Además que aquella mujer cobraba
una ligera comisión por comprarlo por allí y tampoco era cuestión de gastarse
más de la cuenta.
El primer billete (Pekín-Xi’an) lo compramos sin
problema, pero se complicó la cosa cuando la mujer nos dijo que no había
billetes disponibles para ir de Xi’an a Shanghai con el tren bala. Queríamos
coger ese porque salía a las 21:00 y así teníamos más tiempo de ver cosas por
Xi’an, pero nuestro gozo en un pozo. Nada de camerinos y los asientos sueltos.
Al ser un tren nocturno y llegar temprano a Shanghai, teníamos que dormir o
estirarnos un poco, porque sino, íbamos a perder el primer día por Shanghai y
no valía la pena. Le preguntamos si había otro tren, pero me dijo que no había
ningún tren bala disponible. Había camarote disponible para los cuatro el día
siguiente. Me cagué en todo. Así de
claro, porque ya tenía los hoteles reservados y cambiar la fecha era un follón.
Sin embargo, Irene le preguntó si había otro tren con camarote que saliera
hacia Shanghai por la tarde, y la mujer nos dijo que sí, que el viaje duraba 16
horas, pero teníamos camarote y salíamos sobre las 17:00 de la tarde.
Era nuestra única opción de salir ese día. Perdíamos tiempo para visitar cosas
por Xi’an, pero la parte positiva es que el billete nos salió más barato,
íbamos a estar los cuatro juntos en el camerino y tendríamos más tiempo de
descansar. El viaje iba a ser largo, pero por lo menos encontramos una
solución.
A todo esto se empezó a formar bastante cola sin
darme cuenta. Tenía los nervios a flor de piel. Mi familia mientras tanto, seguía
alucinada por el simple hecho de comprar los billetes de tren en una frutería.
En ese momento, me di cuenta de que un chino estaba a 5 centímetros de
distancia mirándome ojiplático. De repente, se asoma en la ventanilla de la
mujer y le dice algo que no entendí. Irene se puso a reír. La miré y le pregunté:
“¿Qué ha dicho?” Su respuesta fue la
siguiente:
Dice que te pareces a Messi,
el famoso jugador de futbol.
No supe si reír o llorar en aquel momento. Entre
los nervios, la tensión y la confusión no supe ni qué decir. Sonreí un poco y
por dentro pensé: “Menudo imbécil”.
Tras ese pequeño comentario sin importancia,
compramos los últimos billetes, comprobamos que todo estuviera bien (horarios,
trenes, destinaciones, números de pasaporte) y salimos de allí para la alegría
de la gente que hacía cola. Ya en la calle, me despedí de Irene con un fuerte
abrazo y le deseé muchísima suerte con todo. Es muy buena chica y muy
inteligente. De verdad que espero que le vaya todo de lujo.
Lo siguiente era ir al banco y después pasear por
el Parque del Pueblo (人民公园), que estaba al lado de nuestra residencia y no estaba mal echarle un ojo
con su arquitectura típica y los caminos sobre el lago. Pero algo inesperado
ocurrió: se nos puso a llover en la puerta del banco. Puntualizo: se nos puso a diluviar. Aquello era una
tormenta de las buenas, de las que no había visto en todo mi año allí. Me
emocioné y todo. Por lo visto, los primeros días de julio en Tianjin son de
intensas lluvias, y no se equivocaban. Iba a venir bien para limpiar el aire y
las calles.
La tormenta nos tuvo esperando una hora refugiados,
porque no llevábamos paraguas y no íbamos a correr hasta la residencia para
mojarnos. Al final aflojó y cuando comenzó a chispear, nos pusimos en marcha.
Fuimos por el camino más rápido, que era atravesar la Stinky street, ahora llena de basura mojada. Y ahí vino uno de los
momentos más destacados del viaje: mi madre, ni corta ni perezosa, se quitó las
bambas, y se puso a andar con calcetines por una de las calles más sucias de la
ciudad. Yo no daba crédito a lo que veían mis ojos. Al decirle, “¡¿Pero qué haces?!”, su respuesta fue: “Hombre, no me voy a mojar las bambas”.
Olé tú, mama.
La lluvia nos había estropeado la tarde y nos había
hecho perder mucho tiempo, por lo que rápidamente tuvimos que volver a la
habitación a dejar los billetes, coger los paraguas y volver al Century para
comprar pan, agua y algo de comida para el viaje. Mi familia trajo mucho
embutido de casa, 1) por si acaso no sentaba bien la comida china y 2) para
llevar algo de comida encima por si estábamos visitando cosas y no
encontrábamos sitios decentes o buenos para comer (evitar sitios de comida
rápida, básicamente).
Después de eso fuimos al Western a cenar algo. Había comido muchas veces allí y me apetecía
que mi familia entrara y lo viera. Además, aquella iba a ser la última vez que
iba a cenar allí y quería despedirme en condiciones.
Al volver al hotel, empezamos a preparar maletas y
a recoger todo lo de la habitación, porque al día siguiente iba a dejarla. La
idea era llevar el mínimo número de maletas y mochilas posibles, porque
tendríamos que cargar con ellas parte del viaje y cuanto más economizáramos el
espacio, mejor. Al final cada uno llevaba una mochila de mano, yo una pequeña
para mi ropa, mi madre una maleta con su ropa y toda la comida y mi hermano y
mi cuñada compartían una. El resto de maletas y cosas que no me iba a llevar,
las dejé en la habitación de Fiamma, una amiga italiana que vivía en la
puerta de enfrene y que iba a estar allí cuando volviéramos a pasar una noche (la
del 13 de julio), para recoger todas las cosas, pasar un último día por
Tianjin y hacer las últimas compras. Me iba a venir bien tanta maleta extra,
para meter todas las cosas que me quería llevar y que no iban a caber en mi
maleta: ropa de invierno, libros, cosas de la habitación, mi trofeo de
bádminton...
Y con eso y un bizcocho, a dormir hasta las 8. El
martes empezaba nuestro viaje y empezábamos fuerte. ¡Pekín, allá vamos!
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