lunes, 18 de febrero de 2013

塘沽 - Tanggu


Seguimos descubriendo otro pedacito de China, esta vez no es ni una provincia, ni una ciudad, sino un distrito que se encuentra dentro de Tianjin, la ciudad en la que estoy viviendo y estudiando. Este distrito se llama Tanggu (塘沽) y está localizado hacia el este de Tianjin, y cuyas características principales son que alberga el puerto de Tianjin, que da al mar de Bohai (渤海 = BOHAI = literalmente “MAR BO”); y donde se encuentra el área de desarrollo tecnológico y económico de Tianjin.

El motivo de la visita era para encontrarme con Sara e Irene, un par de compañeras de clase de chino en la UAB. Habían aterrizado en China a principios de febrero porque van a trabajar aquí, y al estar tan cerca y no tener nada que hacer, había que organizar una quedada para reencontrarnos y ponernos al día. Tiene gracia que nos veamos en China y no en España.

Para llegar hasta Tanggu me decanté por el tren, tardaba unos 20 minutos el trayecto, sabía cómo llegar a la estación sin ningún problema, el billete era barato ya que ida y vuelta me salió por 21 yuanes = 2,6€ (Más barato que la ida de Mataró a Barcelona en bus o tren, ejem ATRACADORES ejem) y me iban a estar esperando en la estación, así que no tenía mucha complicación.

A las 7.30 de la mañana del domingo 17 de febrero de 2013, salí por la puerta de la habitación para ir a coger el autobús hasta la estación con una espesa “niebla” que cubría el cielo y el sol, que seguía durmiendo plácidamente. Me sorprendió ver las calles ya con tráfico y con tanta gente, sobre todo teniendo en cuenta que era domingo y que en España, las calles a esas horas de la mañana, rara vez consigues ver un alma por la calle, como mucho ancianos que se van de paseo o jóvenes que vuelven con una borrachera de caballo a casa a dormir la mona.

A eso de las 8:40 tomé el tren y a las 9:02 salí por la puerta de la estación para reencontrarme con las chicas. Después de salir, decidimos qué íbamos a hacer aquel día que teníamos por delante.

El primer objetivo del día era ir a visitar el puerto de Tianjin y pasear por la zona. El plan no parecía muy complicado de buenas a primeras, ¿no? Antes de seguir, ¿por casualidad recordáis a ese tipo que era profesor en el programa ese de bailar que se llamaba “FAMA”? Pues bien, para los nostálgicos y los que no lo sepáis, tenía una infame expresión que decía así: “caca, súper caca y UNA SUPER CAGADÍSIMA”. Nuestro plan de ir al puerto fue UNA SUPER CAGADÍSIMA, así de claro y en mayúsculas. Os cuento. No sabíamos dónde estaba exactamente, así que tiramos de Google Maps y le dijimos al taxista que nos llevara a la zona más “turística” o a la zona más cercana. El taxista iba conduciendo, el contador iba subiendo, nosotros íbamos charlando y el puerto no se veía por ninguna parte. Al final, salimos por una entrada de la autopista y allí no había NADA ni NADIE, aquello estaba más muerto que Wert en una asamblea de estudiantes armados.
El taxi en cuestión.
De repente, encontramos un centro comercial, que Irene dijo que estaba abandonado, y seguimos avanzando pero allí no había nada, incluso el taxista iba hablando por el walkie preguntando, pero allí no había rastro de nada, desértico. Y finalmente, llegamos al final de la carretera, donde sólo había un taxi (que vete a saber tú que estaba haciendo allí el taxista sólo, NO QUIERO NI SABERLO), un pequeño paseo con alguna que otra escultura, y el mar de Bohai, que se veía de color verdoso y con grumos, que bañaba unas rocas que tenían nieve. La niebla tampoco mejoraba mucho la vista, porque aquello parecía una escena de Piratas del Caribe.
El paseo marítimo nevado con el mar Bo (渤海) de fondo.
Así que nos bajamos del taxi con el contador ya en 100 yuanes, diciéndole al tío que no se fuera, dimos varios pasos, echamos 4 fotos (incluso le pedimos al taxista que nos echara una de los 3 y en vez de sacar la estatua que teníamos detrás sacó la niebla) y nos volvimos para atrás con el mismo taxi. Nos echamos a reír de lo surrealista de la situación, sobre todo con el comentario de Sara de “ahora le dirá a sus compañeros LOS PARDOS YA VUELVEN”. Sé que no tiene ni PUTA gracia, pero era eso, darnos de hostias o matar al taxista, así que nos lo tomamos de la mejor manera posible.
¡Ya vuelve los pardos!

Tras llegar de vuelta a la zona del apartamento donde están viviendo ellas, el contador marcaba la escalofriante cifra de 210 yuanes, lo cual suponía pagar 70 yuanes cada uno por el taxi (8,75€), puede que en €uros no sea mucha cantidad, pero aquí eso es un dineral. Encima el taxista se extrañó cuando lo pagamos a partes iguales y no lo pagaba yo. ¿ESTAMOS LOCOS? El taxista ya podía dejar de trabajar ese día, ya le habíamos llenado el cupo de beneficios antes de las 10:30 de la mañana.

Tras el chasco de la visita al puerto, las chicas me estuvieron enseñando la zona por la que viven. Me pidieron perdón tropecientas mil veces porque no había nada que visitar y que turismo por allí 0, pero no me importaba, ya me lo imaginaba antes de ir.
Paseando por 塘沽
Por lo tanto, caminamos por las calles, paseamos por un parque de árboles deshojados, hice fotos a las cuatro  estatuas contadas que había por las calles (cuando veíamos estatuas era un ¡ESTATUA!) y fuimos a desayunar al Starbucks (un poco de publicidad subliminal, SÍ, y SÍ, en China también hay) y a charlar un rato mientras hacíamos tiempo.


A las 12 fuimos en dirección hacia el hotel donde ellas estaban viviendo. Habían quedado con una china, cuyo nombre era Kelly, que era la que se había encargado de traerlas hasta China y que trabaja en una empresa en Shangai. Aquel mismo día cogía un avión de vuelta, así que habían quedado con ella para despedirse, preguntarle dudas sobre el trabajo y darle las gracias por toda la ayuda.

Fuimos para unas calles que habíamos visto anteriormente mientras caminábamos en la que había restaurantes para ir a comer. Vimos, en primer lugar, un sitio que no era muy caro y que servían varios platos, pero Kelly dijo que no porque era demasiado “simple”. Unos metros para allá, encontramos otro que le pareció mejor y allá que entramos.

El restaurante tenía una decoración muy acogedora y las mesas estaban acompañadas de taburetes y no de sillas para sentarse. A mí lo que más me llamó la atención fueron dos mujeres que estaban en la puerta del lavabo y se encargaban de decirte “está ocupado” o “ya puedes pasar”. Una vez todos sentados en la mesa, se acercó la camarera para atendernos y nos dejó encima de la mesa de madera una hoja en la que había jiaozi (饺子 = ravioli chino muy típico hecho con una pasta pequeña como de canelón relleno de carne, verduras u otros ingredientes. Me ha quedado muy de Arguiñano, pero para quien no lo sepa) y después nos enseñó una tablet (fue como ¿EING?) con fotografías de platos con el nombre y el precio. Pedimos 3 de jiaozi, y 3 platos: uno de champiñones rebozados, otro de pollo troceado con verduras y anacardos (宫保鸡丁 por si alguien lo conoce) y uno de berenjena a trozos en salsa. Y para beber, té. Un poco cliché, pero bueno, entre té y agua caliente, me quedo con el té.

Todo estaba riquísimo. Y lo digo en serio. Lo único que no me entusiasmó mucho fueron los champiñones, pero el resto de platos, de 10. Las chicas aprovecharon la comida para preguntar dudas (van a trabajar de profesoras de inglés en una guardería) y pedir consejos y al final ya hablamos del idioma, de la diferencia de culturas, del matrimonio en China y de muchos otros temas. Una comida realmente agradable.

Tras salir del restaurante acompañamos a Kelly de vuelta al Starbucks para que adquiriera un café y fuimos con ella hasta que tomó un taxi para ir a una estación de metro, porque con el metro podía llegar hasta el aeropuerto directamente.

Lo siguiente que hicimos fue ir hacia dónde vivían ellas. Se hospedan en un hotel, pero no en las habitaciones del hotel, sino que dentro del hotel hay unos apartamentos, y en uno de esos apartamentos, que además es una oficina con su despacho de reuniones y todo, están ellas viviendo con su jefe.   

Al entrar en el apartamento, pude comprobar que aquello era mucho más grande de lo que yo imaginaba. Nada más entrar, vi ordenadores y a un par de mujeres que estaban trabajando. Al presentarme, una de ellas me pidió por favor que tomara asiento y me ofreció un té, que pese a estar muy bueno, quemaba como la madre que lo parió. Estuvimos sentados un rato, mientras Irene y Sara me explicaban cómo funcionaba el apartamento, su trabajo, quién era quién allí y que en breve iba a conocer a su jefe, con el que íbamos a cenar esa tarde/noche (teniendo en cuenta que cenan entre las 5 y las 6…).

De repente, se abrió la puerta y entraron varias personas de entre los cuales se encontraba su jefe, cuyo nombre inglés es Kevin, y me saludó muy efusivamente. Se presentó en inglés, pero me dijo que hablara con él en chino si quería, que nos entenderíamos mejor. Charlamos un rato y me dijo que iban a preparar la cena, que me sintiera como en casa.

Las chicas aprovecharon para enseñarme todo el apartamento y nos refugiamos en su habitación un rato. Como ellas llegaron durante el año nuevo chino se han dedicado a ir con el jefe a cenas y comidas de año nuevo chino con mucha gente y han experimentado muchísimo todo lo relacionado con sus costumbres en la mesa, su forma de hablar, su forma de beber, etc.

Cuando llegaron las 6 de la noche nos llamaron para ir a la cena. En la mesa íbamos a ser nosotros tres, el jefe Kevin (que por cierto es de Harbin), su esposa, un amigo suyo que se llamaba Mark como yo (se partió de la risa cuando se lo dijimos), un hombre y dos mujeres más. La relación de los otros cuatro no me quedó muy clara, pero bueno que íbamos a ser 6 chinos y 3 españoles. En la mesa había un festín de comida de todo tipo: salmón crudo, fideos, arroz, carne con verduras, carne con brócoli, verduras, platos típicos, salsas… DE TODO Y PARA TODOS LOS GUSTOS. Sin embargo, para mí lo que más me llamó la atención, por lo asqueroso que era, fue el 臭豆腐 = CHOUDOUFU, no sé si el primer carácter es el correcto, pero es un tofu de un color entre marrón, verde y negro que tienen envasado en un bote con una agua verdosa. El olor es repugnante, pero al probarlo fue como si cogiera una cagada de paloma con los palillos y me la comiera, A-S-Q-U-E-R-O-S-O. Pero bueno, sigo vivo, todavía... Como dijo Kevin emulando a mi madre en ocasiones, para decir que algo no te gusta tienes que probarlo antes, aunque sea muy poquito, si no lo pruebas, nunca sabrás si te gusta o no. Kevin era una caja de sorpresas, por cierto, también nos comentó que estuvo trabajando 8 años en Ghana y aprovechaba siempre que podía para bromear con nosotros.

No puedo pasar por alto la bebida. No sé si lo he comentado alguna vez, pero en China te puedes ir a comer a cualquier restaurante con tu bebida, y no pasa nada, así que normalmente la gente suele comprar la bebida fuera y llevarla para comer o cenar, ya que en la carta suelen ser un poco caras. Normalmente, en este tipo de eventos se suele beber cerveza (青岛 QingDao, es la más famosa y que se suele consumir más) o baijiu (白酒 = literalmente “licor blanco”) que se puede comparar con nuestro aguardiente, se consume en comidas de negocios y eventos importantes y que tiene una graduación alta. Como ya había probado el baijiu y preferiría que me quemaran vivo antes de volver a beberlo, ya vi que los chinos estaban bastante emperrados con que bebiera, pero ya les dije de entrada que “muhas gracias, pero prefiero la cerveza”. Fue muy curioso poder ver cómo se comportan y qué hacen a la hora de comer en este tipo de eventos. Te iban diciendo que comieras e iban proponiendo brindis (sobre todo mi tocayo Mark) por esto y por aquello, brindis con este, brindis con el otro, brindis con menganito, brindis y más brindis. Lo curioso del brindis, por ejemplo, era la cantidad que tenías que beber. Te preguntaban, “¿Cuánto?” y tenías tres opciones:

A) decir ganbei (干杯) lo cual traducido a nuestro idioma es un “Sant Hilari, Sant Hilari, fill de puta qui no se l’acabi” de manual;

B)  decir ban () lo cual quiere decir que te tienes que beber medio vaso, opción que utilizamos más;

C) decir yimu (no sé qué puñetas de carácter es) lo cual quiere equivale a “un dedo, un sorbo, un trago”, que lo hicimos al principio, y ya hacia el final, mientras los chinos nos miraban con cara de “¡vaya mierda!”.

Suerte que no bebí baijiu en esa cena porque entonces no vuelvo a Tianjin esa noche aunque me lleven a cuestas hasta la habitación. La cerveza y el baijiu corrían en esa mesa que daba gusto, y eso que me dijeron las chicas que esa noche era suave.

Luego salió el tema del fumeque. Me preguntaron “¿Fumas?” y dije “No”. Y de repente se hizo como un silencio incómodo, incluso Kevin tomó aire. Al cabo de unos segundos vino la réplica: “¿POOORRRQUEEEEE?” y yo “Pues porque es malo para la salud”, y entonces Kevin soltó “un buen hombre tiene que hacer cosas malas para ser bueno”, dicho esto, se echó a reír. HIJOPUTA como le dio la vuelta.  

A mí me llamaron la atención especialmente mi tocayo Mark, que me iba proponiendo brindis y que intentaba hacer bromas con nosotros, y por supuesto, Kevin, el jefe, que se nos puso a hablar de temas como “en China la familia es muy importante”, de la trascendencia de tener “contactos” aquí, de cuánto más grande sea una familia mejor, de que ganar dinero es lo principal, que él era el hermano mayor y Sara e Irene sus hermanas, que éramos muy inteligentes por venir a China porque China es muy importante hoy en día… No sé, fue un poco escena de “El Padrino”, pero bueno. Lo que me hizo más gracia es que Kevin no comía, sólo repartía comida y bebía baijiu sentado con las piernas abiertas y con toda su panza aposentada en sus piernas, expandida como si fuera un puf de IKEA en el suelo.

Viví toda esa cena a tope. Por un lado, todo era muy interesante, verles en su salsa, comiendo, bebiendo, brindando, charlando, riendo, fumando, con el jiji y el jaja; pero por otro lado, el tema de la familia y los contactos daba un poco de canguelo. Sin embargo, vivir esa experiencia me supo a oro, porque era una de las cosas que quería sentir y experimentar, y a pesar de que fueran sólo 2 horas, aprendí un poco más de su cultura, me relacione lo que pude con ellos, entendí todo lo que pude de lo que hablaban en chino y bebí lo justo. En definitiva, una experiencia T-R-E-M-E-N-D-A.

A eso de las 8 estábamos otra vez en la estación, para ya volverme a Tianjin. En el tren, me di cuenta del gran día que había vivido y todo lo que aprendido y experimentado, de verdad que fue un placer poder ponerme al día con Sara e Irene, visitar una zona nueva en China y poder pasar un gran día en Tanggu.      

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