domingo, 9 de noviembre de 2014

DÍA 6 — VIERNES 5 DE JULIO DE 2013. PEKÍN (北京)

El último día prometía emociones fuertes, moverse sin parar y muchas cosas para ver. Teníamos que acabar de ver un par de sitios que nos habíamos dejado pendientes y visitar otros sitios que son interesantes y que uno debe visitar si viaja a Pekín.

El día empezó temprano. A las 8 salíamos por la puerta del hotel y la cosa ya pintaba mal cuando ya hacía un calor de infierno a esas horas. La parte positiva del calor, era el cielo: pese a la contaminación que cubre Pekín normalmente, tuvimos cielo azul y despejado en todas las visitas, menos el día anterior, que llovió por la tarde.

Nuestra primera parada era la Ciudad Prohibida (故宫). Estuvimos el primer día, pero como llegamos por la tarde no nos dio tiempo de hacer la visita. Personalmente, es un lugar que te llama la atención al principio, pero que va perdiendo con el paso del tiempo, porque es más de lo mismo todo el rato. Sin embargo, hay que pagar la entrada y verla, porque es pecado no ir.

La Ciudad Prohibida se encuentra en pleno centro de Pekín y está rodeada por un foso de 52 metros. Es el mayor complejo de edificaciones antiguas y el mejor conservado de toda China. Su nombre viene porque durante 500 años estaba prohibida la entrada, ya que vivieron en ella dos dinastías de emperadores con rituales y protocolos muy estrictos. En esa época, entrar sin invitación suponía la ejecución inmediata, hasta que la República destronó al último emperador.

Para llegar a las taquillas de venta de entrada, hay que cruzar la puerta de la Paz Celestial, o Tiananmen (天安门), que viene a ser lo mismo. Es un potentísimo símbolo nacional con el imponente retrato de Mao, y una serie de pasillos y paseos donde hay vendedores, tiendas e incluso guías que se te acercan para ofrecerte un tour “por cuatro perras” (ironía, lectores míos).

El 1 de octubre de 1949 Mao proclamó la República Popular desde este lugar, y su retrato gigantesco es un rasgo dominante con dos eslóganes a ambos lados:

         Viva la República Popular de China.
        
         Viva la unidad de los pueblos del mundo.




En la cola había muchísima gente. Yo ya había ido a la Ciudad Prohibida y aquel día hubo muchísima gente, pero aquel día había incluso más, por lo que entre el calor y el agobio, no fue nada fácil conseguir las entradas, porque encima había chinos que se querían colar y hubo más de una discusión. Al final conseguí llegar a la ventanilla y comprar las 4 entradas. El precio normal de la entrada es de 60 yuanes (7,5 €), pero con el descuento de estudiante se queda en 20 (2,5 €).




Cuando llegué con mi familia, que me esperaba en una zona algo apartada, ya estaba chorreando de sudor y con ganas de matar. Y eso que era pronto. Entramos y empezamos la visita.

Los pabellones de la Ciudad Prohibida siguen un eje norte-sur. Empiezan en la puerta del Mediodía (午门) hasta la puerta del Valor Militar Divino (神武门), al norte. Al otro lado del Río Dorado, que está atravesado por cinco puentes de mármol, se levanta la puerta de la Armonía Suprema (太和门), con vistas a un patio colosal donde pueden llegar a caber hasta 100.000 personas. Este lugar se usaba para ceremonias como el cumpleaños del emperador, el nombramiento de líderes militares o coronaciones. En el interior se encuentra el trono del Dragón (龙椅), lugar desde el que el emperador recibía a los funcionarios.




Por la Ciudad Prohibida hay repartidas 308 tinas de bronce (水缸) que se encendían como hogueras en invierno para evitar que se congelara el agua.

Tras la sala de la Armonía Suprema se llega a la sala de la Armonía Intermedia (中和殿), que el emperador usaba como antesala para hace los preparativos de última hora, ensayar sus discursos y recibir a sus ministros. La siguiente sala es la sala de la Armonía Preservada (保和殿) que se usaba para banquetes y para los exámenes imperiales. Los edificios que vienen a continuación reproducen la estructura básica de estas tres grandes salas, pero a menor escala. Sin embargo, eran más importantes en cuanto a poder real, ya que en China los lugares de más poder se sitúan al norte.


Ojú, qué caló...


Finalmente, en el extremo norte se extiende el Jardín Imperial (交泰殿) de 7.000 metros cuadrados con una distribución de estilo chino tradicional que incluye pasarelas, rocas y pabellones rodeados de cipreses.

Básicamente, lo que hicimos nosotros es visitar las grandes salas, alguna que otra parte del este y el oste de la Ciudad Prohibida, donde había pequeñas salas y alguna que otra galería o tienda de souvenirs.




Tras visitarlo todo por encima, salimos por la puerta del Valor Militar Divino y dirigimos nuestros pasos a un parquecillo muy chulo que se encuentra a diez minutos de la Ciudad Prohibida: el parque Beihai (北海).

Antes de entrar, decidimos refugiarnos bajo la sombra de unos árboles para comer. Habíamos comprado algo de pan y llevábamos un poco de embutido, así que nos hicimos unos bocadillos para llenar el estómago antes de seguir con la visita.

En ese momento nos ocurrió algo muy curioso. Estábamos los 4 preparando los bocadillos y justo enfrente teníamos a un hombre con su hijo de unos 10 años. Los dos no nos quitaban el ojo de encima, pero lo más gracioso era el niño: parecía que iba vestido con una ropa que parecía un pijama, porque era de colores chillones y formas raras, llevaba sandalias con calcetines, como si fuera un alemán en Benidorm, llevaba unas gafas de pasta con forma rara y nos miraba fijamente mientre masticaba un pepino pelado. Encima se parecía mucho al niño de la película Up. Lo gracioso fue el comentario que hizo mi hermano, que ya estaba un poco asqueado con los chinos:

¿Por qué no deja de mirarme el niño ese? Si sólo estoy comiéndome un bocadillo. El raro es él, que mira como va vestido y encima se está comiendo un pepino, ¡UN PEPINO!

Tras la anécdota, compramos la entrada de acceso al parque, que costaba 30 yuanes y 15 con el descuento de estudiantes (aproximadamente 4 y 2 euros). El parque en sí, es muy bonito, porque tiene un lago en medio con barquitas, arcos típicos que lo cruzan y mucha vegetación. A mí es uno de esos rincones que más me gusta de Pekín. Me transmite mucha paz y mucha tranquilidad. He de reconocer que aquel día con el calor acechando y casi vacío, me desencantó un poco, pero yo considero que vale la pena, sobre todo para subir a visitar la Pagoda Blanca (白塔).
 
El acceso a las escaleras y la pagoda blanca al fondo.

Para llegar, se pasaban por una serie de templos con estatuas con budas, árboles en los que podías colgar unas piezas maderas en las que podías escribir un mensaje y sobre todo había que subir muchas, pero que muchas escaleras, pero hay una bonita vista desde lo alto. Se puede llegar un poco más arriba, pagando 3 yuanes extra, pero bueno, tampoco se ve mucha cosa más.

Todo lo que sube, tiene que bajar, por lo que poco a poco fuimos descendiendo lo escalado y nos fuimos para la parte norte del parque. Por lo visto, había una parada de metro en la puerta norte del parque, y estábamos en la puerta sur. Tuvimos que cruzar todo el parque, pero de paso aprovechamos para ver otra parte del parque que no visité la otra vez. De hecho, me di cuenta de lo grande que y que había otras atracciones por ver que no estuvieron nada mal.

Pequeños y grandes jugando al diabolo

Tras tener que preguntar varias veces y caminar un buen rato, llegamos a la parada de metro y sin demora alguna nos fuimos hacia nuestro siguiente destino: el Templo del Cielo (天坛公园).

El parque tiene un total de 267 hectáreas y es uno de los parques con más visitas de turistas de toda China. Está rodeado de una larga muralla con una puerta en cada punto cardinal. El templo sirvió en un principio como un gran escenario para los ritos solemnes del Hijo del Cielo, que acudía para rezar por las buenas cosechas, a pedir la absolución divina y expiar los pecados.

La entrada al parque es gratuita, pero si se quiere visitar las atracciones turísticas más conmemorativas, la entrada cuesta 35 yuanes, y 28 con el carné de estudiante. Teníamos todavía un par de horas para hacer la visita y la parte positiva es que el calor nos dio un poco de tregua.

Poco a poco fuimos viendo las principales atracciones que ahora os voy a describir.

Primero visitamos la sala de Rogativas por las Buenas Cosechas (祈年殿). Es una imponente construcción con un tejado en paraguas de color añil montada sobre una terraza de mármol de tres niveles. Los pilares de madera soportan el tejado sin clavos ni cemento y eso que la estructura tiene 38 metros de altura y 30 metros de diámetro.

Está construido totalmente de madera y la distribución de las 28 columnas tiene una gran simbología: en los 32 metros de diámetro, se disponen las columnas en tres círculos concéntricos: en el círculo más interior, las cuatro columnas más grandes representan las cuatro estaciones del año; en el círculo intermedio hay otras 12 columnas, que representan los 12 meses del año; y en el círculo más externo otras 12 columnas más, que representan las 12 horas del día. Como dato de interés, en el año 1899 sufrió un incendio, pero se reconstruyó al año siguiente.

Aquí fue donde nos detuvimos más rato, sobre todo para fotografiar este paisaje tan característico. En mi opinión, mi edificio preferido en Pekín de lejos.

¡Magistral!

Más tarde, dirigimos nuestros pasos a la Bóveda Imperial del Cielo (皇穹宇), de forma octogonal y que se construyó al mismo tiempo que el Altar Circular y su estructura sigue el modelo de la sala de Rogativas por las Buenas Cosechas. Antiguamente contenía las tablillas de los antepasados del emperador, que se usaban en las ceremonias del solsticio de invierno. Alrededor de la Bóveda, está el muro del Eco (回音壁). Se supone que desde un extremo, el sonido de un suspiro puede llegar a oírse en el otro, pero es cierto, aunque hay que intentar que no haya mucha gente, porque si no es casi imposible, aunque eso de poca gente en China...

La última atracción que nos quedaba por visitar era el Altar Circular (圜丘) de 5 metros de altura que se construyó en 1530. Está hecho de mármol blanco en tres niveles y su geometría gira en torno al número imperial: el 9. Los números impares tienen grandes connotaciones celestiales. El nivel superior, que simboliza el cielo, es un gran mosaico de nueve anillos, cada uno compuesto por piedras en múltiplos de nueve, de modo que el noveno anillo contiene 81 piedras. Las escaleras y las balaustradas también se presentan en múltiplos de nueve. En el centro del nivel superior, hay una especie de círculo de mármol en el que es muy típico subirse a hacerse una fotografía y desde el cual se puede ver gran parte del recinto. 

Visto la mayoría de atracciones, empezamos a recorrer por encima los jardines del parque. De hecho, los jardines ocupan tres cuartas partes del recinto, pero tampoco teníamos muchas ganas de ver vegetación y flores, así que decidimos pasear por los jardines cómodamente, echar un vistazo rápido y salir a tomar algo y descansar.

Nos refugiamos en un McDonalds para tomarnos un heladito y descansar un poco las piernas. Afortunadamente, lo siguiente que teníamos que ver lo teníamos al lado: el mercado de la Perla (红桥市场).

Es un edificio de 5 plantas en el que se vende de todo: zapatos, ropa, bolsos, electrónica, arte, decoración... Nosotros decidimos echar un vistazo rápido e ir a las dos últimas plantas, donde se encuentran las tiendas que venden las perlas. Cada piso comporta un precio: cuanto más arriba, más caro. La verdad es que las joyas eran una maravilla y por suerte, las vendedoras te dejaban echar un vistazo sin darte la tabarra. Eso sí, prohibidísimo sacar la cámara de fotos.

Deslumbrados por el brillo de las perlas y por su precio, salimos del edificio y fuimos a coger el metro para buscar el último sitio que íbamos a visitar en Pekín: el mercado de la seda (秀水街).

Es como el mercado de la perla pero a lo bestia. No recuerdo el número exacto de plantas, pero creo que eran 7, plagada de pequeños puestos que venden de todo. Es el lugar predilecto para los extranjeros que van a Pekín para comprar marcas falsificadas, incluso puedes vivir experiencias inolvidables como puede ser comprar un bolso en un aparcamiento. Los vendedores suelen ser bastante plastas, es más, es posible que te hablen en tu idioma, porque están muy atentos y saben palabras claves en cada idioma para regatear contigo. A nosotros a veces si íbamos comentado algo, nos decían amigo, amigo, balato, balato para ti. No compramos nada, porque estábamos muy cansados y tampoco teníamos mucho tiempo, pero el regateo está al orden del día. Es importante meterse en su juego y tener mucho morro, sobre todo porque está lleno de extranjeros y los chinos van a intentar sacarte lo máximo que puedan. Hay que intentar no dejarse avasallar y pelearse (verbalmente) si hace falta.

Tras visitar todo lo que tenía que ofrecer el mercado de la seda, volvimos al metro y por fin para el hotel. Aquella noche cenamos en un restaurante que había al lado del hotel. Estábamos derrotados, pero aquella mañana vi el cartel del restaurante y pertenecía a una cadena de restaurantes de comida típica china que hacían comida muy rica, así que pedimos un par de boles de sopa con fideos, jiaozi fritos y un poco de arroz y cenamos muy bien y encima baratísimo. La verdad que escribiendo esto, me están entrando ganas de comer un par de platos.


好吃啊!


Y aquí acaba nuestro viaje por Pekín. Al llegar al hotel, tocaba una buena ducha y después arreglar las maletas para seguir con nuestra ruta al día siguiente. El despertador iba a sonar bien pronto, y nos habíamos ganado un merecido descanso, pero al día siguiente tocaba tomar el tren bala y partir hacia Xi’An (西安).


Hasta ese momento, para mi el viaje había sido bastante cómodo, porque todo lo que habíamos visitado ya lo tenía controlado, así que estaba más o menos relajado y tranquilo. Ahora venía la parte en la que tenía que estar más atento y mucho más pendiente, porque empezábamos a explorar territorio nuevo. Una parte de mí notaba los nervios a flor de piel, para que todo saliera a la perfección, y otra parte se moría de ganas de visitar y descubrir lugares nuevos de China.  





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