lunes, 27 de octubre de 2014

DÍA 4 — MIÉRCOLES 3 DE JULIO DE 2013. PEKÍN (北京)

El segundo día por Pekín prometía emociones fuertes y prometía una visita de prácticamente todo el día a mi rincón favorito de la capital de China: el Palacio de Verano o 颐和园, que en chino significa Jardín de la Paz Relajante.

En el siglo XVIII, eran unos jardines que el emperador Qianlong amplió. Para ello recurrió a más de 100.000 obreros para dar más profundidad al lago Kunming (昆明湖), que tiene forma de melocotón. Durante la Segunda Guerra del Opio (1856-1860) las tropas anglofrancesas saquearon el palacio y no fue hasta el 1888 cuando la emperatriz Cixi ordenó que lo restauraran con el dinero destinado a una armada moderna. En 1900 el Palacio fue arrasado de nuevo por las tropas extranjeras tras la Rebelión de los Bóxers. Finalmente, en 1949 volvió a restaurarse.

Esa iba a ser la segunda vez que iba y me moría de ganas de que mi familia disfrutara tanto como yo de los paisajes y la belleza del lugar. Nos levantamos a las 9 de la mañana. Poco a poco mi familia se iba adaptando al jetlag y a los horarios. Tras desayunar algo, paramos a comprar agua para pasar el día y fuimos a buscar el metro. Un dato que me parece interesante comentar: eran las 10 de la mañana y ya estábamos a casi 30 grados.

Teníamos un buen trayecto en metro, porque el hotel quedaba en la otra punta del Palacio. Así que casi una hora después de salir del hotel, llegábamos a las taquillas para pagar el precio de la entrada: 60 yuanes por barba (7,5€). Como dato interesante, a diferencia de otros lugares turísticos de China, el Palacio de Verano no ofrece descuento a los estudiantes.

El Palacio de Verano gira entorno al lago Kuming, que abarca tres cuartas partes del parque y está situado a los pies de la colina de la Longevidad (万寿山).

¡ATENCIÓN! à Antes de empezar a contar la ruta que seguimos, quiero poner de manifiesto que hay mucha distancia entre todas las atracciones turísticas del Palacio.

Como ya había estado y sé que si no vas con cuidado puedes dar mucha vuelta, esta vez empezamos la visita caminando hacia el puente de los 17 arcos (十七孔桥) que cubre los 150 metros hasta la orilla este del lago y desde donde si pagabas una cantidad de dinero, podías montarte en una barca en forma de dragón que te llevaba a otra zona de los jardines. Cabe destacar que a lo largo de todo el puente había leones tallados en mármol que acompañan la arquitectura.


Recorrimos varios pabellones, cruzamos el puente y llegamos a un pequeño islote donde se puede ver frontalmente la colina de la Longevidad. En la isla también estaba el templo del Rey Dragon (龙王庙), donde la emperatriz rezaba para pedir lluvias en tiempos de sequía.



Retrocedimos sobre nuestros pasos bajo el extremo calor de Pekín y volvimos al punto de entrada hasta llegar al Gran Corredor (长廊), que tiene una longitud de 750 metros, construido de madera y decorado con más de 14.000 pinturas que retratan el estilo de vida de los chinos y con 4 rotondas que simbolizan las cuatro estaciones.

La multitud se agolpaba en aquel corredor para protegerse del sol, comer, cuchichear u observar el vaivén de los turistas tanto chinos como extranjeros. Nosotros optamos por meternos en unos pequeños jardines cerca de corredor para alejarnos del bullicio de gente para comer unos bocadillos que habíamos preparado por la mañana. 
Seguimos con la ruta y llegamos al barco de mármol (清晏船), pero no pudimos verlo porque lo estaban restaurando y estaba cubierto con un andamio blanco. Nuestro gozo en un poco...

Las horas pasaban, las piernas ya se empezaban a resentir y el calor seguía apretando. Las botellas de agua caían una detrás de otra, debido a la necesidad de hidratarse y sofocar el calor.

Caminando llegamos a una de mis zonas favoritas del Palacio: la calle Suzhou (苏州街). Es un conjunto de pasarelas y canales con tiendas, restaurantes y que pretende imitar a la ciudad de Suzhou, ya que la emperatriz creía que era un lugar paradisíaco y por eso ordenó que le reconstruyeran una réplica. A mí me parece un lugar precioso por el que caminar y que rompe con toda la estética del Palacio. Además, es uno de los lugares en los que se respira más tranquilidad y en los que vale la pena pararse en la mayoría de paraditas a contemplar lo que venden o fabrican.


Tras las fotografías correspondientes tocaba la parte más dura, pero la más importante: caminar hasta la cima de la colina de la Longevidad. Fue un handicap gordo, porque el sol aún pegaba y las piernas ya daban muestras de flaqueza.  

Empezamos el ascenso y no la cosa no fue nada bien cuando mi madre se puso a decirme: “¿Falta mucho?” A lo que yo respondí: “Ya falta poco”. Cada escalera era como un puñal para mi madre, porque realmente estaba cansada de tanto caminar. Adopté un poco la postura de un político: prometer una cosa a sabiendas de que no era verdad. Todo se resumía en “venga, un esfuerzo más”, “ya queda poco” o “unas escaleras más y ya llegamos”. Pero era consciente de que la cima no llegaba y que mi madre estaba llegando al límite. Hasta que llegó una frase que tengo grabada a fuego en mi mente:

Hijo, júramelo, ¿vale la pena?

Me quedé speechless, sin palabras, en castellano. Ahí supe que había tocado fondo. Luego añadió: “Yo os espero aquí y me venís a buscar.” Por suerte, volví a sacar mis palabras de político, prometiéndole que no se lo podía perder, y por suerte, con un último esfuerzo llegamos.

Ahí fue cuando vimos el majestuoso pabellón de la Fragancia de Buda (佛香阁) y la sala de la Nube que se Desvanece (排云殿) que están unidos por unos pasillos. La colina queda coronada por el templo budista del Mar de la Sabiduría (智慧海) con tejas vidriadas y con efigies de Buda, la mayoría de las cuales sin rostro.



Tras visitar esta zona, nos sentamos un momento a contemplar las vistas al lago Kunming y a recuperar el aliento, por supuesto. 5 minutos después le pregunté a mi madre: “¿Ha valida la pena o no?” A lo que ella me contestó asintiendo con la cabeza y con una leve sonrisa.

Vistas del Lago Kunming desde la cima de la Colina de la Longevidad

Ahora tocaba la última parte de la visita, bajar las escaleras de la colina contemplando pabellones y pequeñas esculturas de animales y entrar en un pequeño edificio donde había documentos que hablaban de la destrucción del palacio y algunos restos encontrados de otras épocas. Sinceramente entramos porque venía incluido en la entrada y porque había aire acondicionado y se agradecía muchísimo.

Salimos de allí casi 6 horas después de entrar. Hay demasiadas cosas para ver, pero ya contábamos que nos pasaríamos tanto tiempo visitando el Palacio de Verano. Además también nos demoramos porque algunos chinos tienen la obsesión de querer hacerse fotos contigo aunque no te conozcan de nada porque les hace gracia que seas extranjero.

Mi cuñada con dos chinas que quisieron fotografiarse con ella

Antes de tomar el metro hacia nuestro siguiente destino, hicimos una parada estratégica en un McDonalds al lado del metro para refrescarnos, comernos un helado y recuperar el aliento.

Lo siguiente fue tomar el metro e ir a Wu Daokou (五道口), una zona donde hay muchas discotecas, restaurantes y mucho movimiento, sobre todo de occidentales. Íbamos a dar una vuelta por allí, pero sobre todo a cenar, conocía un restaurante en aquella zona en el que íbamos a probar el 烤鸭 o pato Pekín.

Anduvimos más de la cuenta, básicamente porque me desorienté y fuimos en dirección contraria, pero me confundí porque había tal cantidad de gente a la salida del metro, que había cola hasta para entrar y tuvimos que salir a empujones y codazos porque estaba a reventar de gente.

Entramos en el restaurante, pedimos medio pato y tres platos con arroz para acompañar. La verdad es que el restaurante era bastante bueno, aunque no muy caro.

宫保鸡丁

Disfrutamos de la comida y del pato. La verdad es que estaba muy rico y sabroso y además te viene el chef y te lo prepara allí mismo delante de ti. Una buena forma para sacar la cámara y grabarlo en vídeo. Aquí os cuento más cosas de cómo se come el pato Pekín.

La ración de pato que nos comimos

Pagamos la cuenta, volvimos al metro y tras recorrer en todo el día un total de 52 paradas de metro, llegamos al hotel, destrozados, pero aprovechando a tope el día y disfrutando de nuevo de los encantos de Pekín.

Zzzzzzzzz

Al día siguiente teníamos un día especial, sobre todo mi hermano...



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