Día IV
Todavía noté el dolor de pies cuando
me desperté el viernes. Después del “palizón” del día anterior, pese a que nos
levantamos un poco más tarde, sobre las 9 más o menos, el cansancio ya
pesaba sobre las rodillas al poner un pie en el suelo. Sin
embargo, teníamos un día nuevo por delante en Pekín y dos cosas por hacer que,
yo sinceramente, me moría de ganas de visitar.
Nuestra primera parada era el PALACIO DE VERANO (颐和园). Antes de nada, decirle a la persona responsable de
traducir este nombre, que se lo ha sacado de la manga como un campeón, porque
en chino no pone nada ni de palacio, ni de verano. Es algo así como el “Jardín
de la Paz y la Armonía”. No estoy seguro, pero creo que el nombre viene
porque la Emperatriz Cixi, que fue
la encargada de ordenar su construcción, lo usaba como residencia en la
temporada estival.
Una vez cogimos algo para desayunar
(esta vez me compré una especie de crep con una galleta, huevo y salsa
de ajo = caloría pura, pero perfecto para dar energía ya que iba a ser un día
duro), miramos la parada de metro, y partimos hacia allá, bajo un día soleado
que embellecía la ciudad.
Desayuno a tope de calorías para empezar el día. |
En cuanto salimos del metro, llegar
al Palacio de Verano no fue nada complicado. Aunque te podía llevar una especie
de carro/moto por un módico precio, si caminabas y los seguías podías llegar andando en poco más de 10
minutos. Además, una gran muchedumbre de gente también caminaba en esa
dirección, así que no resultó ningún tipo de problema.
Al llegar al recinto, de nuevo vimos
que miles y miles de chinos poblaban el lugar. Gente aquí y allá con cámaras,
chinas vestidas con tacones en un recinto bastante montañoso (WTF¿?), niños
recién nacidos, abuelos y abuelas impedidos que casi los tenían que cargar
porque no se valían por sí mismos… Crueldad y estupidez, en algunos casos,
en estado puro.
Pagamos la entrada esta vez sin
descuento por ser estudiantes (60 yuanes
= 7,5€) que incluía no sólo la entrada al Palacio, sino también la visita a
otros 4 lugares dentro del mismo recinto. La entrada más cara de todas las que
pagamos en Pekín, pero VALE LA PENA
pagarlos. Con la entrada podías adquirir también un mapa enorme con todo
lo que se puede ver en el Palacio y que puede ser usado también como un bonito
recuerdo, porque está muy bien hecho y los dibujos son preciosos.
A posteriori, puedo confesaros, sin
ningún tipo de tapujo, que el Palacio fue el lugar que más me gustó visitar y
recorrer de todos los que vi durante los 5 días que estuve en Pekín (#SOYFAN). No sé exactamente qué fue,
si la distribución, la mezcla de estilos, el buen tiempo, el ambiente que se
respiraba en el recinto… No lo puedo describir con palabras, pero si vais por
Pekín y visitáis el Palacio, dedicad todo el tiempo posible en descubrir sus
rincones y toda su belleza.
A partir del momento en que pusimos
un pie en el Palacio nos dejamos llevar un poco por la belleza del lugar, ya
que con el buen tiempo, las vistas ganaron muchos puntos. El palacio tiene
muchos lugares dignos de mención, pero las atracciones principales del Palacio,
desde mi punto de vista, son: el lago Kunming (que leímos que es ARTIFICAL), de tamaño inimaginable y
por el que se puede navegar en unas barcas que se pueden alquilar, y la Colina
de la Longevidad, con la gran pagoda que sobresale entre la
vegetación.
Después de hacernos las típicas
fotos en los lugares más característicos, decidimos ver lo más importante y
recorrer todo lo que pudiéramos siguiendo el mapa, pero era tan complicado que
más de una vez nos perdimos y tuvimos que volver atrás, lo cual nos obligó a
tener que volver a subir la montaña porque nos habíamos dejado cosas por ver. ¡Una
paliza desmesurada! Vimos un montón de pagodas, de templos, de budas, de
pasillos, barquitos navegando, chinos pegándose para ver las cosas…
Y como atracciones principales del
Palacio:
·
vimos una sala con un lago con peces en el medio
y gran cantidad de pagodas pequeñas y unos pasillos que rodeaban el lugar.
Detuvimos nuestros pasos unos minutos para hacernos fotos chorras y descansar
un poco
·
el maravilloso barrio de
苏州 = SuZhou, que
es una copia en mini de la ciudad del
sur de China a la que se la conoce como “la Venecia de China”, ya que
tiene canales, góndolas y las tiendas están justo al lado del agua
·
la impresionante Pagoda del Buda Fragante, que cuenta
con las mejores vistas de todo el recinto, con una estatua en el interior con
un altar, rodeado de gran cantidad de pabellones decorados con figuritas y con
una gran gama de colores
·
también fotografiamos y
contemplamos el Barco de Mármol, que
con el comienzo de la puesta de sol ganó belleza
·
recorrimos el Gran Corredor que es un pasillo que lo
usaba la Emperatriz para caminar por el templo aunque hiciera mal tiempo, que
mide unos 750 metros y con miles de pinturas e ilustraciones que representaban
las 4 estaciones del año
·
algunos museos en los que había expuestos obras
y reliquias
·
y a lo lejos, vimos el Puente de los Diecisiete Arcos, que
conecta el palacio con una isla. Este puente no lo vimos de cerca ni lo
anduvimos, primero, porque ya era tarde y nos teníamos que ir, y segundo,
porque teníamos que andar un buen trozo para llegar y no podíamos más con
nuestra alma.
Lo que tenía que ser una visita de
unas 4 horas, se alargó hasta más de 6 horas, básicamente porque nos íbamos parando cada dos por tres a
ver las cosas y, sobre todo, para descansar las piernas, que aún aquejaban el
palizón de pasos que habíamos hecho los días anteriores.
Entre las anécdotas que vivimos en
el parque tengo que destacar varias:
1. Un sabor
sospechoso. Durante todo el día,
vimos a gente que nos vendía unos helados.
El envase era de color verde y por el dibujo, parecía como hojas de té. A Caterina le apeteció comprarse uno para probarlo. Cuando le dio el primer mordisco, puso una cara de esquifo (“asco” en italiano) bastante grande. Así que le pregunté de qué era el helado. Me dejó probarlo. Aún no puedo creer que los chinos se coman un helado con sabor a GUISANTE. ¡Puaaaaaaaaaaaaaj! ¡**** asco!
El envase era de color verde y por el dibujo, parecía como hojas de té. A Caterina le apeteció comprarse uno para probarlo. Cuando le dio el primer mordisco, puso una cara de esquifo (“asco” en italiano) bastante grande. Así que le pregunté de qué era el helado. Me dejó probarlo. Aún no puedo creer que los chinos se coman un helado con sabor a GUISANTE. ¡Puaaaaaaaaaaaaaj! ¡**** asco!
2. El camino
equivocado. Como he contado antes,
era muy fácil perderse o equivocarse, sobre todo si querías verlo TODO. Sin
embargo, nos confundimos y visitamos primero la Pagoda del Buda Fragante,
antes del Barrio de Suzhou y lo que pasó fue que el final de la Pagoda
daba al Gran Corredor, y el Barrio de Suzhou estaba justo en el otro
lado, así que teníamos que volver a subir TODAS
Y CADA UNA de las escaleras que
habíamos descendido tan alegremente, para volver a la Pagoda y luego seguir
caminando hasta llegar hasta aquel lugar. Nos cansamos tanto, que tuvimos que
hacer una parada en boxes de unos 15
minutos para recuperarnos.
3. El sombrero de
calidad dudosa. A Judit se le antojó
comprarse un gorro de colores hecho de un material parecido al cartón
para protegerse el sol.
Es un gorro curioso, porque es moldeable, es
decir, dependiendo de cómo lo aprietes o le des la vuelta, puedes darle una
forma u otra. Ya lo habíamos visto por Tianjin, pero ella se quedó con el
gusanillo de comprárselo. Iba muy feliz con eso puesto en la cabeza, pero le duró más bien poco, ya que lo metió en la cartera, lo aplastó con unas bolsas
sin querer y por la noche, al sacarlo, se dio cuenta de que ADIÓS GORRO. ¡Viva la calidad china!
Judit con su gorro. |
4. ¡Ganga!. Caminando por el precioso barrio de Suzhou, íbamos
mirando las tiendas para ver si encontrábamos algún recuerdo o cualquier regalo
bonito que pudiéramos adquirir allí, pero la mayoría de cosas eran algo caras,
y regatear no nos iba a servir en ese caso. Sin embargo, cuando estábamos ya a
punto de irnos, Laura nos viene y nos dice que había comprado un llavero
en el que se pueden grabar nombres y frases como regalo por 10 yuanes (1,25€). Ya nos ves a Meri, a Caterina y
a mí, caminando en dirección contraria (porque sólo estaba permitido
caminar en sentido de las agujas del reloj), esquivando a la gente, para ir a
la tienda a comprar ni que fuera uno. Yo cogí uno que tenía como forma de
ánfora con un dragón, y decidí poner mi nombre en chino (马克), así que le escribí a la muchacha los caracteres en
chino para que me los grabara. De repente, me lo devuelve y tenías más cosas
escritas, y yo pensando “SERÁ MEMA, YA
SE HA EQUIVOCADO”. Me empieza a explicar y yo indignadísimo, hasta que
entendí que me había puesto la fecha y el nombre “Palacio de
Verano” en chino para que fuera aún más bonito. Mini-punto para mi gran
comprensión del chino en ese momento.
5. Competición de
fotos, 3r día. Por si os lo estáis
preguntando, también iniciamos una competición para ver quién se hacía más
fotos con chinos. Sin embargo, no tuvimos mucho éxito, ya que nos hicimos más
bien pocas. O bueno, si nos las hicieron, no nos coscamos. Esto nos dejó un
poco fríos, porque después del ritmo que cogimos los días anteriores, nos
apetecía que los chinos se hicieran fotos con nosotros. En fin…
Tras salir del Palacio de Verano,
paramos de camino en un McDonald’s (2 veces en 2 días, y eso que hacía
un montón de tiempo que no iba a uno) que había al lado de la estación para
coger algo para comer y de nuevo al metro, hacia nuestro siguiente destino al
que ya habíamos ido: EL MERCADO DE LA
SEDA.
Después de nuestro primer día, ya
teníamos un poquito más claro qué queríamos y cuánto dinero nos podíamos
gastar. Yo fui a comprarme otros zapatos que me hacían falta, ya que me
traje pocos pares, unos más para salir y que fueran más buenos que las VANS del
primer día, así que regateando un poco, (podía haber apretado más pero la tía
no me dejaba), pude sacarme unas Converse de cuero negro por 150 yuanes
(18€), también compré una camiseta
de I (L) 北京 de color negra y algunas cosas de recuerdos.
Quería comprarme una chaqueta gorda de esquiar para el invierno, pero quería
esperarme a ver si la puedo conseguir por Tianjin, y a malas, volver un fin de
semana más adelante, a ver si puedo conseguirla por buen precio.
我爱北京 |
Salimos todos cargados de bolsas
llenas de cosas, los monederos vacíos, las piernas doloridas, la cabeza como un
bombo, y con ganas de volver al hotel ¡por fin! para
dormir.
Día V
El último día teníamos planeando en
nuestra hoja de ruta visitar el TEMPLO
DEL CIELO (天宫). El plan era perfecto, porque si lo visitábamos,
habríamos visto todas las atracciones principales de la ciudad de Pekín, y sólo
nos quedaría ir a la Gran Muralla, a las tumbas Ming y conocer Pekín de noche
en Sanlitun (三里屯) o Wudakou (五大口). Era para estar orgullosos de nosotros mismos sobre
todo teniendo en cuenta que sólo fuimos para 4 días. Habíamos recorrido
muchísimos kilómetros. Hasta ahí todo bien. Pero había dos pequeños GRANDES problemas si lo visitábamos:
1. La superficie del Templo del Cielo. Resulta que
triplica la Ciudad Prohibida (para aquellos que no habéis estado, es un
hueeeeeeeeeeevo de grande) lo cual quiere decir que no te la puedes recorrer en
2 horas ni mucho menos.
2. El horario. Los jardines abrían a las 6 de la
mañana, pero el templo a las 8. Lo cual quiere decir que no teníamos tiempo
“real” de ver todo. El templo, que en realidad es lo más bonito, sí que
podíamos, pero los jardines, aunque no todo, vale la pena perderse, descubrir
sus rincones y explorar bien la zona; y teniendo en cuenta que teníamos que
hacer el check-out del hotel entre
las 11 y las 12 y la parada de metro no estaba nada cerca, no teníamos tiempo
de visitarlo en condiciones.
Recordando ahora
mismo el momento en el que planeamos la ruta, sinceramente creo que no estábamos
en nuestros cabales, porque la idea de levantarse a las 5 de la mañana para
estar allí a las 6 de la mañana era una ****
LOCURA.
Así que el último
día hicimos algo mucho más relajado: quedamos con Elsie, una chica de Pekín que conocí en la UAB el curso pasado y
con la que hacía tándem chino-español-inglés 2 horas una vez por semana.
Los xibanyas fuimos a quedar con ella que
nos llevó a una zona tradicional de tiendas, para después desembocar en un viejo
barrio plagado de hutongs (胡同) y que fue interesante recorrer para ver a los chinos
cómo hacían vida en la misma calle, cómo eran sus casas y donde veías en un
lado de la acera casas muy humildes con gente que sobrevive con lo mínimo
posible, y justo enfrente, hay hoteles de lujo, grandes avenidas y centros
comerciales.
Lógica pekinesa |
Tras 1 hora de paseo, nos despedimos de Elsie y volvimos al hotel para ir en busca de las maletas. Tras abandonar el hotel, nos dirigimos para el metro cargados como mulos en dirección “Estación Sud de Pekín”, para ir a coger el tren de vuelta a Tianjin otra vez.
La vuelta
transcurrió sin ningún tipo de problema. En la estación comimos un poco, el
tren fue rápido, sobre todo, porque me pasé 20 minutos jugando con Fiamma a la brisca
(la muy perra me acabó ganando el cómputo global de partidas), la vuelta en bus
también bien, a pesar de tener que ir de pie, menos Laura (¡perra!) y volver a
entrar en el campus fue como un mezcla entre alivio y descanso.
Debo reconocer que
me alegró volver a Tianjin. Fue un poco como volver a la “calma”. ¡Ya ves tú! No tiene nada de tranquilo, ni de calmado, pero
fue como una sensación de “ya estoy en casa”. Me gustó esa sensación de
entrar por la puerta de nuestra residencia, ver los peces nadando en la pecera
muertos de asco como siempre, las caras mustias de los de recepción, el lobby con gente estudiando y charlando,
la tienda, la habitación tal y como la dejé… Todo me hizo sentir cómodo y me di
cuenta de que ya me siento bastante adaptado a mi nueva vida en tierras
asiáticas, lo cual me hace sentir muy alegre.
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