Abrí los ojos a les 6:30 de la mañana con un
dolor de espalda que no me podía ni mover. Por suerte, conseguí relajarme un
poco y dormir una hora más hasta las
7:30 que era la hora a la que tocaba levantarse para poder estar
desayunando a las 8.
El jueves también había competición, esta vez eran
regatas de 2000
metros . Cuando me lo dijeron casi me desmayo, porque
yo hice 500 el día anterior y casi me da algo. Sólo la idea de remar tanto ya
me hizo estar cansado.
El jueves era día libre hasta la tarde. Yo opté por
estudiar un poquitín para el examen que me esperaba el domingo. La mayoría se
fue a dormir, otros se fueron a comprar o a dar una vuelta por la ciudad y
algunos fueron hasta el sitio de la competición por su cuenta, pero se
perdieron por el camino y cuando llegaron se perdieron más de la mitad de las
regatas.
Por la tarde tocaba 玩儿, que en chino tiene varios significados, pero que en el caso que nos
concernía significaba «hacer turismo». Nos montaron en autobús y estuvimos
viajando durante más de 1 hora. Nos querían llevar a visitar el Templo Jinci (晋祠),
que es el templo más importante de la provincia de Shanxi y se encuentra
a los pies del monte Xuaweng. Se construyó hace más de 1400 años y está
compuesto de una gran colección de más de 100 esculturas, edificios, terrazas y
puentes. El lugar más famoso de este templo es el Recibidor de la Sagrada
Madre, que se construyó en 1032 y tiene esculpidos ocho pilares con
dragones enroscados y un techo curvado. Asimismo, el templo también tiene un
jardín con cipreses de más de 3000 años de antigüedad de la dinastía Zhou.
Entrada al 晋祠 |
El recinto es precioso, no había mucha gente y estaba
repleto de parajes y salas donde te podías detener y escuchar el viento y observar
el movimiento de las hojas de los árboles. Allí se respiraba tranquilidad y paz
algo que cuando visitas un sitio turístico en China no sueles encontrar. El
sitio me gustó, pero no me sorprendió. No era nada nuevo que no hubiera visto
antes, los de Datong que visité un par de meses antes eran más bonitos. Si
quizá hubiera sido lo primero que hubiera visto de China, me hubiera fascinado,
pero no tenía nada “fresco” que ofrecer. Eso sí, la tranquilidad que dio
caminar por el recinto y las vistas de las colinas hicieron francamente que la
visita valiera la pena.
Nos dieron hora y media para visitar el recinto.
Más que necesario, cabe decir. A la salida, de nuevo las típicas paraditas de
puestos para comprar y los chinos pesados diciéndote cosas para que te pararas
a regatear con ellos. Me dio rabia porque no había nada bonito que llevarse,
todo eran postales, figuras gigantes de budas o estatuas del templo o imanes.
Ni un triste llavero o figurita pequeña para llevarse de recuerdo. En fin...
Mi lugar favorito en el Templo. |
Tras la visita, tocaba ir a la cena de clausura de
la competición. En el camino de vuelta se me sentó al lado uno de los chinos de
la universidad que nos guiaban (es de chiste porque iban más perdidos que
nosotros, y eso que estaban ahí para ayudarnos... vamos hicieron su trabajo
como el culo). Resulta que al enterarse de que era de España tenía curiosidad
de hablar conmigo porque quería empezar a estudiar español. Conversamos en
chino (ahí lo dejo… #postureo #vacilada #dato) un poco sobre qué estudiábamos
cada uno, qué tal China y los chinos (aquí solté una trola igual de grande que
el templo que habíamos visitado), y entonces me preguntó por el cine español y
por Almodóvar. Yo, gran ignorante del cine español, ya me veis intentándole
explicarle que por muy bueno que sea no soy un gran apasionado del cine y que
no he visto sus películas. Tras la indignación del chino (ya ni me acuerdo de
su nombre), seguimos charlando de mi examen oficial, de la ciudad, vamos que
hasta me vino bien para practicar, oiga.
Nuestra siguiente parada era, seguramente, uno de
los hoteles más lujosos de la ciudad. Entramos, subimos unas majestuosas
escaleras de mármol y entramos en lo que era un comedor ENROME, con decenas de mesas redondas muy bien distribuidas, con el
nombre del equipo o de la universidad y un número en el centro y un escenario
al fondo con una pasarela cubierta por una alfombra roja que atravesaba el
recinto. Para terminar de redondear la belleza de la sala había unas soberbias
columnas, cortinas lujosas, alfombra por todo el suelo y unas lámparas bien
brillantes que si se te caen en la cocorota te hacen papilla.
El salón donde se celebró la cena de clausura de la competición |
Resulta que aquello era la gala oficial de clausura
de la competición y nosotros veníamos vestidos como quien va a dar una vuelta
un domingo por la mañana.
Nuestra mesa estaba situada en las posiciones de
cabeza, al lado de la pasarela y casi en primera fila. Habían colocado a los
“no asiáticos” en mesas cercanas al escenario. No sé si para aparentar o para
llamar la atención.
La acreditación en nuestra mesa |
Nos tuvieron aproximadamente una hora allí sentados
sin saber nada. La gente iba llegando, el comedor estaba cada vez más lleno, la
gente se impacientaba y nosotros íbamos bebiendo cerveza para amenizar la
espera y el hambre. Ya que nos la daban y no traían nada de comer, pues no
vamos a decir que no.
Finalmente, salieron varias autoridades al
escenario. El director de la competición introdujo a las otras autoridades y
soltó el típico discurso de clausura: que si gracias a los equipos por venir
hasta aquí, que si ha sido un honor, que si gracias por nuestro esfuerzo, por
nuestra capacidad de lucha, por nuestro compromiso (¡traed la comida ya, que tenemos hambre!), por el espectáculo que habíamos
dado a los ciudadanos de Taiyuan (¡más
cerveza!), por ser respetuosos con los rivales, por disfrutar de la ciudad y
de sus encantos (¡eso especialmente!)
y que esperaban que la cena y el espectáculo fuera de nuestra agrado. Más tarde
volverían para dar paso a la entrega de premios y a las fotografías.
Salieron los camareros y se pusieron a colocar
platos en la mesa sin parar. Había de todo y para todos. No sabía nada de lo
que había en la mesa, no sabía si era carne, pescado o verdura, pero yo lo probaba
todo.
Algunas cosas picaban, otras no, al final tenía tantos sabores en la boca
que ni los distinguía, pero yo por probar, que no quede. Durante la cena
también hubo varias actuaciones que amenizaron la velada. Salieron unas
muchachas a hacer un baile típico de la zona, una mujer con un vestidazo rojo
cantó a grito pelado como si de una tonadillera se tratara, luego un hombre
vestido de blanco que parecía Bustamante con unos movimientos muy raros que
daban grima; luego salieron unas bailarinas vestidas de cuero a hacer un
baile/striptease. Yo me lo estaba pasando cañón, porque como lo teníamos tan
cerca, lo vivíamos más intensamente. Parecíamos marujas en la fiesta del
pueblo: sentados en una silla comiendo y viendo a gente subida en un escenario
haciendo el mono. INMEJORABLE.
La Pantoja de Taiyuan |
La gente ya no tenía hambre y los platos seguían
viniendo. Yo como adopté el método pica-pica
aún tenía hambre y seguía probando todo lo que venía. Ya era incapaz de
distinguir los sabores y era más curiosidad que hambre. En realidad tenía
miedo, porque estaba creando una mezcla de cosas en mi estómago que podría ser
peligrosa, teniendo en cuenta que nuestra váter se embozaba a la mínima, pero
no hubo que lamentar problemas estomacales ni esa noche ni al día siguiente, ni
tampoco al siguiente, por suerte.
Volvieron a salir las autoridades al escenario y
empezó la entrega de premios. Sólo salían al escenario los tres primeros de
cada categoría. Esta parte se hizo extremadamente larga, porque tres pruebas
(200, 500, 2000) por 3 modalidades (mixta, masculina, femenina), y ahora
fotografía y ahora le da la copa este y ahora se la da el otro… La historia
interminable.
Al equipo europeo nos tocó una copa y un diploma
por parte de la competición por tener el 6º
mejor tiempo en 200
metros de 12 equipos. Tenían copa y diploma hasta el
8º, los coreanos como quedaron por debajo de esta marca, no se llevaron nada.
Nos dieron un pequeño trofeo para todo el equipo, un diploma y nos hicieron
salir al escenario para hacernos la foto reglamentaria.
Cuando al final se acabó la tediosa entrega de
premios, la gente de aquel salón se empezó a transformar en una jauría de
chinos locos, brindando por todo, gritando y corriendo despavoridos como pollo
sin cabeza. Lo que no sabíamos era que lo siguiente era ir mesa por mesa,
felicitando al resto de equipos y brindar por el esfuerzo y los triunfos si se
han logrado.
Esa es la
teoría…
¿Qué pasa?
Que somos extranjeros, encerrados en una sala llena de chinos, que nos ven y
los ojos les hacen chiribitas. Algunos en vez de con copa venían con la botella
de cerveza entera a brindar. Aquello era una locura, no paraban de venir chinos
de todas partes, nos dieron pulseras de la Universidad de Shaanxi, nos querían
intercambiar camisetas, nos preguntaban cincuenta cosas a la vez, se querían
hacer fotos y mas fotos, te hacían brindar 2 o 3 veces porque llevaban una taja
encima que te hablaban mezclando chino e inglés. A eso le sumas los ojos
azules, que eres español y ya ¡SODOMA!
Los coreanos sentaditos como niños de San Ildefonso
en su mesa y nosotros que parecíamos los actores de Crepúsculo en una sala llena de fans incondicionales de la saga. Yo
solo quería toparme con una china que me diera una pulsera de la universidad
azul, pero no tuve suerte. Me quedé con la verde, aunque ahora me encanta. Unos
chinos hasta me pidieron mi camiseta, aunque no fuera ni de una universidad,
con que fuera de un extranjero ya les valía. El trueque no se llevó a cabo,
tranquilos.
Al final salió Li Peng al rescate para decirnos que
tocaba volver al hotel. Él intentando sacarnos de allí y los chinos que no nos
dejaban ir. Aquello era un círculo vicioso: a más tiempo, más cerveza tenían en
el cuerpo, a más cerveza, más locos se ponen, cuanto más locos se ponen, más
cansinos se ponen, cuanto más cansinos, más te entretienen, cuanto más te
entretienen, más minutos pasan, y cuanto más minutos pasan más beben…. Así sin
fin. Hasta que casi tuvimos que salir corriendo para salir de allí. Pese a la
locura desatada en aquella sala, fue una noche de gala digna de admira’.
De vuelta por el hotel, aquella también iba a ser
la última vez que íbamos a estar con los chinos que nos habían entrenado. Así
que quedamos todos en la habitación de uno de ellos y jugando a cartas,
brindando por todo el trabajo hecho y charlando un poco, pasamos aquella última
noche entre risas y despidiéndonos como se merece: pasando un rato agradable.
Al día siguiente teníamos hora para desayunar hasta
las 9, así que yo aproveché para dormir un poco más, no como Josh, que se
levantó a las 7 porque quería ir a dar otro paseo por la ciudad. Yo ya había
visto más que suficiente para afirmar que en esa ciudad, no hay NADA interesante, fuera de tiendas,
restaurantes donde cocinan pinchos en plena calle o calles en obras. Me lo
confirmó él mismo cuando volvió.
Teníamos que dejar las habitaciones a las 9:30 y el
bus de vuelta a Tianjin nos pasaba a buscar sobre las 10 aproximadamente.
Aprovecho para explicar un poco el comedor/buffet del hotel que no lo he
hecho todavía. Yo me fui de Tianjin un poco harto de la comida china, porque
por mucha variedad que le busques es siempre el mismo perro con distinto collar:
sopa, arroz o fideos mezclados entre ellos o con carne, pescado y salsas. Pues
bien, me volví aún más harto si eso podía ser posible, porque en un buffet pasa
lo que pasa, que vas probando un poquito de esto, un poco de lo otro, y al
final acabas comiendo un montón de cosas y te das cuentas que nada te “llena”
de verdad, y lo único que esperas es que en la siguiente vez haya un poco de embutido,
unas lentejas, un estofado, un buen filete, pescado en buenas condiciones; pero
nada, mi gozo en un pozo.
El buffet consistía de varias mesas distribuidas de
la siguiente manera:
·
Una mesa bien larga justo en el
centro del comedor que iba por partes: primero las lechugas y verduras;
segundo, otros entrantes fríos; luego ya venía los platos calientes como carnes
y pescados con salsas; a continuación venía la zona de pastas y arroces; y para
terminar unas perolas gigantes donde había diferentes caldos y consomés.
·
Al final de la sala había otra mesa
bien alargada que era la de postres y fruta.
· En la parte derecha había dos mesas:
en una, hacían unos fideos típicos de la región y en la otra, un chef preparaba
pato Pekín.
El otro problema que tenía el comedor era la
traducción de los platos al inglés. Aquello estaba traducido con Google Translator 100% seguro, porque
había nombres que no tenían ningún tipo de sentido. Yo, iré bien de listo
ahora, pero directamente leía los carteles en chino y se entendía mucho mejor.
Recuerdo por ejemplo la primera noche que fui a la zona de postres y vi en un
cartel Spanish Omelette, que yo me
quedé que no me lo creía, porque tenía forma de pasta de té, así que me puse
dos en el plato, y al probarlo aquello era una mierda insípida que lo único que
tenía de tortilla era el huevo que le habían puesto para hornearla. Luego
repasé el cartel en chino y vi que el primer carácter era el de España y de ahí
la traducción. El cartel colgado en el comedor era ya la pista más evidente de
que de traductor nada de nada.
¿Google Translate? PARA NADA |
Sobre los fideos de la región, tengo que decir que
la primera noche, apareció una señora muy bien vestida y muy maja con un
micrófono que explicó detalladamente cómo se preparaban los fideos y que eran
los mejores de China y que teníamos que probarlos. La primera vez estuvo bien,
la segunda también, ahora cuando ya lo volvían a repetir una y otra vez incluso
más de 3 veces en la misma comida, ya es que te apetecía ahorcar a la muchacha
con los fideos para demostrarle que efectivamente los fideos son los mejores. Pues
bien, en mi afán por descubrir la gastronomía china, los probé. Los fideos estaban
buenos, pero CON TOMATE FRITO Y QUESO RAYADO o en una SOPITA CALENTITA, porque
venían acompañados de un potingue marrón (ellos le llaman salsa) y mil verduras
y hojas de vete tú a saber de qué coño de planta y que encima picaban como mil
demonios del infierno. Vamos que estropeaban los fideos, que estaban
buenísimos.
Y siguiendo con otras cosas, a TODOS los postres les faltaba azúcar, los panecillos no sabían a
nada y estaban blandengues, las sopas quemaban como las llamas de satanás y
encima estaban sosas, que te metías una cucharada en la boca y no sabías si lo
que había en realidad en la perola era sopa o agua caliente por mucho color que
tuviera y muchas cosas tenían una pinta y un color que ni te acercarías con una
vara extensible.
Yo al final iba a lo seguro: un poco de lechuga, un
poco de carne (probé el camello por cierto, pero como llevaba tanta salsa como
que no supe distinguirlo de otro animal), arroz o pasta y siempre me pedía
varios rollitos de pato pekín (eso sí que estaba buenísimo), y algo de fruta de
postre. Me quedaba lleno y siempre había para escoger.
El desayuno era otro tema aparte. Por suerte había
bacon y salchichas. Hubo un día que vi unos huevos, que pensé, ingrato de mí,
que era duros, pero no, estaban como si los compras en el supermercado, así que
si era una broma, no me hizo gracia. Luego ya estaba el tema del té, que tenías
mil tipos y variedades, y llegabas a la leche, y solo había tibia, ni fría ni
caliente, tibia, vamos que ni pincha ni corta. También había fideos y arroz
para desayunar, pero comer eso para desayunar ya es de manicomio o de trastorno
de personalidad.
Volviendo al viaje, después de dejar la habitación
y reunirnos todos en el lobby del
hotel, esperamos a que llegaran a buscarnos. Cuando Li Peng nos dijo la noche
anterior que saldríamos a las 10, yo supe instantáneamente que saldríamos a las
11:30 mínimo, y equilicuá.
Hora y media de espera después vino el autobús y
llegó el momento de despedirse de la ciudad, los chinos que habían entrenado
con nosotros y del remo. Un momento triste tengo que reconocerlo. Tocaba volver
para Tianjin después de unos días, para mí, NECESARIOS para salir de la misma rutina de siempre, y tocaba enfrentarse
a la recta final del curso y de mi año de estudios en China, con el examen
oficial de chino HSK 5 dos días más tarde, con los exámenes dos semanas más
allá, con la familia que viene de visita 3 semanas más tarde, y con 1 mes y
poco más para mi vuelta a casa.
La vuelta fue tranquila. Yo me la pasé estudiando
los 2500 caracteres de la puñetera lista del examen e íbamos parando cada 2
horas aproximadamente para estirar las piernas, ir al lavabo y descansar un
poco. En una de las paradas nos compraron un baozi gigante relleno de carne. Estaba buenísimo.
包子. El baozi gignate que me comí. Buenísimo. |
Tras 7 horas de viaje en autobús, llegamos a
Tianjin, a nuestra querida residencia: para mí fue como volver a casa. Pero aún
quedaba una cosa más por celebrarse…
La universidad nos invitaba a una cena para darnos
las gracias por nuestro esfuerzo y por participar tan bien representando a la
universidad.
La cena en la univerisdad |
Nos regalaron un ramo de flores a todos, nos dieron
el diploma a los del equipo europeo y nos sirvieron un buen banquete para
poner, ahora sí, punto y final a una actividad que cuando me apunté nunca pensé
que me daría tantas cosas, que aprendería tanto, que conocería a tanta gente,
que me llevaría de viaje por China y que me lo pasaría tan y tan bien. De corazón,
muchas gracias a la universidad por organizarla. Espero que lo sigan haciendo
porque es una iniciativa magnífica. Creo que la mejor forma de cerrar este
relato es así
Ola k ase, remas o k ase…
PD. Al final aprobé el examen oficial de chino. Ya
que he dado la tabarra durante las 3 entradas, creo que era un buen broche
final decir que el esfuerzo tuvo su recompensa.
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