lunes, 5 de enero de 2015

DÍA 14 — SÁBADO 13 DE JULIO DE 2013. SHANGHAI (上海)

Tras nuestra “preciosa” excursión a Suzhou, nos levantamos al día siguiente con la mente ya puesta en volver a casa. Nos quedaban menos de 48 horas para tomar un avión y aterrizar en España. Pero bueno, aún nos quedaban unas horas por Shanghai, por lo que no dudamos ni un segundo en aprovecharlas.

En principio habíamos visto todo lo más importante de la ciudad. Así que pensamos en ir a hacer algunas compras a un lugar parecido al mercado de la seda de Pekín. No recuerdo muy bien la localización, porque el lugar se lo recomendó un antiguo compañero de trabajo de mi hermano, pero estaba más allá de la Plaza del Pueblo. Cuando llegamos estaban empezando a abrir las tiendas y los que trabajaban allí estaban empezando la jornada, así que casi no había movimiento, aunque las pocas personas que había allí eran extranjeros.

Uno de los recados que teníamos era comprar algunos relojes Rolex. Se pueden conseguir, pero no los venden en las tiendas como otros productos, porque están “prohibidos”. Las comillas las pongo, porque se supone que no los pueden vender, pero los puedes conseguir de todas maneras.

Como comenté en la primera entrada de Shanghai, si caminas por Nan Jing Lu (南京路), es muy probable que se te acerquen chinos con unos papeles plastificados para venderte relojes y bolsos de marca. Normalmente lo que hacen es llevarte a una calle estrecha o a un piso y vendértelo allí, lejos de los ojos de los agentes de la ley. En estos mercados, también usan este tipo de estrategias, pero son un poco distintas.

Había regateado mucho, muchísimo en un año. A veces había ido bien, otras no, otras había que sudar y pasarse muchos minutos... Pero nunca había vivido una de esas experiencias que contaban a la hora de comprar imitaciones de lujo y en parte me alegraba porque no sabía muy bien cómo iba a reaccionar regateando, por ejemplo, en un aparcamiento.

Dimos varias vueltas por el recinto y fuimos echando un vistazo a las tiendas que tenían relojes. Una de las cosas que más me agobian de estos sitios es que no puedes ver los productos con calma. En cuanto fijas la vista en algo, ya tienes al vendedor encima, como una mosca cojonera. Y hay que tener mucho cuidado, porque si muestras interés por algo, muy difícilmente vas a salir de la tienda sin llevártelo y si sales sin nada, te vas a llevar un bronca en chino del vendedor con unos cuantos improperios gratuitos que no vas a entender, pero por el tono vas a saber que son mucho más que un simple mal nacido y maldita sea.

Pues tras echar un vistazo a todo el recinto, entramos en una, porque me fijé que el vendedor era jovencito y tenía cara de buena persona. Así sabía que podía regatearle mucho más que a uno más mayor y con más experiencia. Entramos a mirar los relojes y le dije en chino ¿Tienes Rolex? De repente, miró a izquierda y derecha y me preguntó: ¿Cuánto te quieres gastar? Yo le respondí que primero me enseñara los que tenía. Me abrió un cajón y sacó unos cuantos, pero eran horrendos. Y le dije que si tenía más, que esos no nos gustaban y dijo que o me gastaba mucho dinero o nada. Salimos y decidimos buscar otro.

Sin embargo, al poco de salir de la tienda, entró otro chino y se puso a hablar con él y cuando estábamos a punto de ir a otra tienda, me llama y me dice: Sígueme. Bajamos unas escaleras mecánicas, atravesamos un pasillo lleno de tiendas y nos metió en un local donde vendían juguetes para niños. Habló con un chino que estaba allí y de repente, se fue. El chino que había en el local, hizo una señal con el dedo para que lo siguiéramos y se fue para la parte de atrás del local.

En este punto, empezó a dar golpecitos en la pared, como cuando llamas a la puerta con el dedo, de izquierda a derecha. Tras dar varios golpecitos huecos, cogió una placa de madera y la desplazó hacia la derecha, dejando entrever un pasillo oscuro. En este momento, ya me estaba comiendo las palabras de que suerte que no he comprado nada en sitios raros, pero ya no había marcha atrás.  

Lo seguí para ver qué iba a hacer. Mi hermano iba detrás, mi cuñada miró atrás asustada y mi madre preguntó si aquello seguro. El pasillo al que entramos era diminuto, cabía una persona y no había iluminación alguna. Siguió el ritual, y abrió otra placa de la pared que daba a otra parte del pasillo, y después lo mismo con otra placa, que daba a una especie de trastienda. Allí encendió la luz y nos hizo pasar. A la derecha había un armario lleno de cajones. Los fue abriendo y empezó a sacar relojes y más relojes de todas las marcas. Lo que tenía aquel tío allí, era espectacular. Eran falsificaciones, pero eran maravillosas. Los relojes brillaban de una manera especial. Después de sacarnos como 10 fundas con relojes de todas las marcas, le dijimos que nos dejara sólo con los Rolex. Y aquí empezó el juego del regateo.

No sé exactamente lo que duró, pero esto era como un combate de boxeo en el que hay muchos asaltos y tienes que ser consciente de que aunque pierdas algún asalto, el combate sigue. Lo importante es llegar al último asalto y ganar.

El precio de salida que me ofreció él era de 6000 yuanes por tres relojes, a lo que le contesté que no pensaba ni decirle una cantidad, porque eso era ridículo. Al principio, el tío empezó de buen humor, pero se le fue agriando el carácter con el paso de los minutos. Bajo a 3000 y yo le dije que un amigo mío había sacado cada Rolex por 100 yuanes, a lo que él me dijo que no podía ser. Era mentira, pero como él me quería engañar, yo quería engañarle a él. Y así siguió el juego.

Seguimos jugando con los precios, yo iba subiendo lentamente y él iba bajando. Mi cuñada estaba en la puerta vigilando, porque no las tenía todas, a mi madre se le había comido la lengua el gato y mi hermano iba dándome apoyo moral. A todo esto entró un chino a recoger relojes para venderlos en otra parte. Los minutos pasaban y la batalla continuaba. Estábamos en los 1200 por los 3 relojes que nos queríamos llevar y yo le dije que ni hablar. Mi intención era pagar unos 600/700 como mucho, porque ya más me parecía caro por una imitación. Estas son las referencias que me habían dado y que había leído que es lo que se podía pagar como máximo. Estaba lejos del objetivo, pero yo quería seguir peleando.

Y allí estuvimos. El chino cada vez estaba más mosqueado y yo no daba el brazo a torcer. Si él se enfadaba, yo más. Que el me intentaba engañar, yo le iba detrás. Y todo el rato en chino. Reconozco que me sentía orgulloso de mi nivel de chino en ese momento. De vez en cuando el chino iba soltando comentarios como es que ahora pasa cualquier estadounidense y le vendo uno por dos mil yuanes, y yo le respondía es que ellos son tontos, nosotros no. O los españoles que venís aquí siempre os quejáis de que no tenéis dinero, y yo le contestaba es que hay mucha gente que no tiene trabajo y es verdad, no tenemos mucho dinero.

Tras casi 1 hora regateando, el chino ya lo dejó en 900 los tres, pero era mucho más de lo que me habían dicho. Yo en este punto le dije: mira, 600 es lo máximo que te voy a dar. Y empezó a recoger los relojes soltando comentarios. Veía que se me estaba escapando, y entonces le dije: 700 y ya está. Y me dijo que con esa cantidad él perdía dinero y que no quería. Y nos echó. Guardó los relojes, y nos sacó de la trastienda. Perdí el combate y nos quedamos sin relojes. Me dio una rabia...

En ese momento la idea que tuve fue dejar pasar un rato, dar una vuelta y pasar por delante de la tienda al cabo de unos minutos, para ver si así pensaba un poco, se arrepentía y me decía que sí, pero no tuvimos éxito. Así que salimos de allí sin los relojes y sinceramente, no tenía ganas de ponerme a regatear otra vez. Por eso dicen que hay que ir mejor por la tarde o a última hora, porque ya han sacado bastante dinero y ya no les interesa tanto sacar dinero. Una pena... Pero bueno, la experiencia fue inolvidable.

Tras salir de allí, fuimos a dar una vuelta y para el hotel a comer algo. Teníamos el tren de vuelta a Tianjin a las 16:15 y teníamos que salir aproximadamente 1 hora y media antes, porque la estación estaba a media hora en metro.

Recogimos las maletas en el hotel. Nos las dejaron guardadas en una habitación sin pagar nada. Fuimos a por el metro y pusimos rumbo a la estación. No hacía falta hacer transbordo, así que era cuestión de esperar el paso de las paradas. Yo estaba bastante tranquilo porque íbamos con tiempo de sobra, pero cuando faltaba una parada para llegar a la estación de tren, tuvimos que bajar. Por lo visto, no todos los metros llegan a la última parada y teníamos que esperar unos 15 minutos a que llegara el siguiente. Faltaban 50 minutos para que saliera el tren, pero no quería que me pasara como Xi’an, que perdimos tiempo para encontrar el andén. Sin embargo, no fue así. Llegó el metro, encontramos bien la estación pasamos los controles y unos 10 minutos antes de salir entramos por la puerta del tren. Por delante teníamos 5 horas y 15 minutos de trayecto hasta la estación del este de Tianjin.

El trayecto fue muy agradable. Yo tuvo tiempo de anotar todo lo que habíamos hecho durante el viaje, por ejemplo, y también tuvimos la oportunidad de contemplar gran cantidad de paisajes de gigantescos arrozales. En el trayecto también nos topamos con un chico español, que nos escuchó hablando y nos saludó. Por lo visto se dedicaba a inspeccionar fábricas y a pasar controles de calidad. Trabajo tenía seguro.

Y nada a las nueve de la noche llegamos a Tianjin. Tomamos el metro y nos bajamos en la estación más cercana a la universidad donde estudié todo el año. Habíamos reservado una habitación en la residencia para pasar allí la última noche en Tianjin.

En la residencia ya no quedaba casi nadie. El curso se había acabado dos semanas antes y ya quedaban un grupo de estadounidenses que estaban haciendo un cursillo y algunos estudiantes que esperaban volver en los siguientes días. También estaban Ari y Judit, dos compañeras de mi universidad que pasaron todo el año conmigo. Todos volvíamos el lunes 15.

Tras asentarnos en la habitación, fuimos a buscar algo de cenar a la Stinky Street, que estaba detrás de la universidad, cenamos en el hall de la residencia, planeamos un poco lo que íbamos a hacer al día siguiente y estuvimos comentando todo lo que habíamos vivido en el viaje.

Antes de apagar la luz aquella noche, me entró la nostalgia. Me costó cerrar los ojos porque no podía creer que aquella fuera a ser mi última noche en Tianjin. Después de tantos días, muchas semanas y varios meses, nuestro viaje en familia casi se había terminado y mi año por China se iba a extinguir en poco más de 24 horas. No pude evitar hacer memoria de todos los momentos vividos, de todo lo que había aprendido y de toda la gente que había conocida. La tristeza se convirtió en alegría porque cuando vives experiencias tan maravillosas y notas que has crecido como persona, solo te queda cerrar ese capítulo de tu vida y confiar que el siguiente será igual o mejor que el anterior.

¿Te has perdido algún día de nuestro viaje? Aquí te dejo los enlaces...



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